Código de Einstein
MI PADRE (QUE ES FÍSICO) ME MANDÓ HOY ESTE ARTÍCULO
Jueves, 11 de agosto de 2005, actualizado a las 14:30
ELPAIS, 11-08-2005
La enigmática cena de Einstein en Barcelona
El autor de la teoría de la relatividad visitó la capital catalana en 1923. Un grupo de científicos organizó una velada en la que se degustaron platos de nombres misteriosos. Descifrado aquel menú, los físicos catalanes quieren organizar este otoño una cena igual
Carmen Morán
El 27 de febrero de 1923, Albert Einstein asistió a una cena que celebraron en su honor científicos, políticos y diplomáticos en Barcelona. Una cena copiosa y bien regada para un genio frugal que aquellos días visitaba España de conferencia en conferencia. En su diario, Einstein anotaría después la amabilidad y calidez que acompañaron aquel viaje, donde también hubo complicidad, buen humor y una pizca de misterio. ¿Qué cenaron aquella noche? El menú, escrito con letras góticas en latín relativista -calificaron los periódicos de entonces- escondía un pequeño enigma en cada plato: Homo platonicus secundum Diogenem cum jure Michelsoniense, Malum parvum cum Doppler effectu, Fructus Galilei, Caffea sobraliensis cum spirituosibus liquoribus et vectoribus tabacalibus. No era más que una broma simpática de los científicos catalanes que le recibieron en aquella visita. Pero ¿qué significaba todo aquello?
Dos físicos catalanes, Emma Sallent y Antoni Roca, han seguido las pistas. Primero tradujeron del latín: Hombre platónico según Diógenes con salsa a la Michelson. ¿Y qué? Pues que comieron pollo. Platón definió el hombre como un bípedo sin plumas. El cínico Diógenes, para burlarse, le envió un pollo desplumado. La salsa Michelson es en honor del físico alemán.
Un ¡eureka! asaltó a Roca cuando trataba de adivinar qué había tras el café sobraliensis: Sobral fue la población de Brasil donde la expedición británica observó el eclipse de Sol en 1919 para comprobar una de las predicciones de la teoría general de la relatividad, de Einstein. Después del buen café brasileño hubo copa y puro "vectorial". Y puede que los amigos del ilustre profesor mezclaran licores y café para darle a probar el conocido carajillo.
Descifrado el menú, del que más adelante se seguirá dando cuenta, los físicos catalanes quieren reproducir este año aquella famosa cena. Varios de ellos y representantes de las sociedades catalanas de la física y de la historia de la ciencia y de la técnica están organizándolo para el otoño: "Se trata de conmemorar y promocionar la física y difundir el legado de Einstein", ha explicado el profesor Luis Navarro. Posiblemente, una escuela de hostelería se hará cargo del menú, que se servirá a numerosos comensales.
Einstein llegó a Barcelona cinco días antes de aquella cena, el jueves 22 de febrero de 1923. Nadie fue a recogerle a la estación así que el hombre agarró sus cosas y se fue a casa del científico Esteve Terradas, a quien tampoco encontró. Le dejó una nota en la que preguntaba en qué hotel tenía que alojarse. Después fue al encuentro de los ingenieros Casimir Lana Sarrate y Rafael Campalans, este último responsable de la Consejería de Pedagogía de la Mancomunidad de Cataluña, la institución que había invitado a Barcelona al premio Nobel. Fue Campalans quien se comprometió a pagar a Einstein unas 3.000 pesetas por sus conferencias. Recibió 3.500.
Campalans también fue el anfitrión de la cena, y su madre, la encargada de cocinar los muchos platos que degustaron. La prensa de la época informó sobre el banquete, los comensales y, sobre todo, la música: "Regino Sainz de la Maza ejecutó bellísimas composiciones de guitarra; el Trío Barcelona interpretó piezas escogidas de su mejor repertorio; la notable soprano Andrea Fornells cantó una selección de canciones de la tierra...", relató el periódico La Veu de Catalunya al día siguiente. Y concluía: "El eminente profesor se sintió muy complacido, admirando en especial manera y con vivísimo interés las canciones catalanas".
Entre los invitados estaban el cónsul de Alemania, Ulrich von Hassell, y su mujer, Ilse von Tirpiz, altos funcionarios del Ayuntamiento de Barcelona y los colegas que le organizaron el viaje y la cena, Lassaleta y Lana Sarrate. Este último asistió a ella con toda certeza, la prensa mencionó su nombre. De los demás, cabe suponerlo. Por ejemplo, del profesor Terradas, aunque sus circunstancias familiares eran en aquellos días dramáticas debido a la muerte de su hija pequeña. Por eso, los investigadores que han firmado el artículo sobre la cena de Einstein en la Revista de Física, Sallent y Roca, descartan su colaboración en la redacción del enrevesado menú.
Cada plato (ocho "sólidos") incluía una referencia a científicos o filósofos y a teorías científicas relacionadas con el ilustre invitado: Habas a la Lorentz transformadas a la catalana, faisán plateado a la Minkowski en cuatro dimensiones, helado continuo euclídeo. Entre los "líquidos" había jerez inercial, Champagne Codorniu relativista que reflecta la luz, vinos gravitatorios y manzana pequeña con efecto Doppler. ¿Una manzana entre los líquidos? Los investigadores interpretan que se referían a la sidra.
En la suculenta cena ofrecida por Rafael Campalans y su mujer, Conxita Permanyer, también había canelones. Se pensó en primer lugar que cannulae podría significar macarrones, pero dos sobrinas de Campalans, Alicia y Enriqueta Marlet, no tienen dudas de sus recuerdos: eran canelones. Entre los postres, las enquesadas las realizaron -aún las hacen hoy- el Forn de San Jaume, que Campalans conocía bien.
Por último, en el menú se informaba sobre el tiempo y el espacio de la cena. El espacio fue, ya se ha dicho, la casa de Campalans, en la calle de Roselló, 118. Averiguar el tiempo les ha dado más dolor de cabeza a los investigadores, entre otras cosas porque se citaban las segundas calendas de marzo, una fecha equivocada: "Eso correspondería al 28 de febrero y sabemos que fue el 27", explican Sallent y Roca. Y se hablaba del año 44 de la era einsteniana. "El 14 de marzo Einstein tenía que cumplir 44 años, por lo tanto, se acababa el año 44 de su era".
Como es lógico, a pesar de esta cena anecdótica, la visita del "pontífice de la ciencia" fue para algo más que para comer. Estuvo también jalonada de excursiones por los alrededores y de debates políticos. Le unía con Campalans y con Terrada el repudio por la guerra: los tres se manifestaron en contra de la primera contienda mundial. Pero había algo que el famoso genio no acababa de entender. ¿Por qué Campalans se declaraba a la vez socialista y nacionalista?: "¡Esto no liga!", le dijo. Después, según escribió el ingeniero, "captó los matices más sutiles y frágiles de la vida catalana" y justificó "la paradoja". "¡Pero esto no es nacionalismo verdadero! Si me queréis creer, prescindid de ese nombre funesto", zanjó.
El mismo día de la cena, Einstein se entrevistó con dirigentes anarquistas, lo que ocasionó un incidente político; la prensa contó que el físico se había declarado revolucionario científico, algo que, después, desmintió. Los biógrafos del premio Nobel sugieren que en algunas de sus posteriores actuaciones políticas en el plano internacional se oían los ecos de las conversaciones con sus amigos en Barcelona.
Pero quizá lo que más le impresionó fue la música catalana, de la que recibió un amplio surtido para satisfacer su melomanía. Si en la cena hubo una buena muestra, al día siguiente pudo degustar un segundo plato. La Peña de la Danza lo recibió en la Escuela Industrial de Barcelona con un esmerado repertorio que el homenajeado se llevó en algunos discos. También su diario guardó para siempre el recuerdo de aquella música.
Jueves, 11 de agosto de 2005, actualizado a las 14:30
ELPAIS, 11-08-2005
La enigmática cena de Einstein en Barcelona
El autor de la teoría de la relatividad visitó la capital catalana en 1923. Un grupo de científicos organizó una velada en la que se degustaron platos de nombres misteriosos. Descifrado aquel menú, los físicos catalanes quieren organizar este otoño una cena igual
Carmen Morán
El 27 de febrero de 1923, Albert Einstein asistió a una cena que celebraron en su honor científicos, políticos y diplomáticos en Barcelona. Una cena copiosa y bien regada para un genio frugal que aquellos días visitaba España de conferencia en conferencia. En su diario, Einstein anotaría después la amabilidad y calidez que acompañaron aquel viaje, donde también hubo complicidad, buen humor y una pizca de misterio. ¿Qué cenaron aquella noche? El menú, escrito con letras góticas en latín relativista -calificaron los periódicos de entonces- escondía un pequeño enigma en cada plato: Homo platonicus secundum Diogenem cum jure Michelsoniense, Malum parvum cum Doppler effectu, Fructus Galilei, Caffea sobraliensis cum spirituosibus liquoribus et vectoribus tabacalibus. No era más que una broma simpática de los científicos catalanes que le recibieron en aquella visita. Pero ¿qué significaba todo aquello?
Dos físicos catalanes, Emma Sallent y Antoni Roca, han seguido las pistas. Primero tradujeron del latín: Hombre platónico según Diógenes con salsa a la Michelson. ¿Y qué? Pues que comieron pollo. Platón definió el hombre como un bípedo sin plumas. El cínico Diógenes, para burlarse, le envió un pollo desplumado. La salsa Michelson es en honor del físico alemán.
Un ¡eureka! asaltó a Roca cuando trataba de adivinar qué había tras el café sobraliensis: Sobral fue la población de Brasil donde la expedición británica observó el eclipse de Sol en 1919 para comprobar una de las predicciones de la teoría general de la relatividad, de Einstein. Después del buen café brasileño hubo copa y puro "vectorial". Y puede que los amigos del ilustre profesor mezclaran licores y café para darle a probar el conocido carajillo.
Descifrado el menú, del que más adelante se seguirá dando cuenta, los físicos catalanes quieren reproducir este año aquella famosa cena. Varios de ellos y representantes de las sociedades catalanas de la física y de la historia de la ciencia y de la técnica están organizándolo para el otoño: "Se trata de conmemorar y promocionar la física y difundir el legado de Einstein", ha explicado el profesor Luis Navarro. Posiblemente, una escuela de hostelería se hará cargo del menú, que se servirá a numerosos comensales.
Einstein llegó a Barcelona cinco días antes de aquella cena, el jueves 22 de febrero de 1923. Nadie fue a recogerle a la estación así que el hombre agarró sus cosas y se fue a casa del científico Esteve Terradas, a quien tampoco encontró. Le dejó una nota en la que preguntaba en qué hotel tenía que alojarse. Después fue al encuentro de los ingenieros Casimir Lana Sarrate y Rafael Campalans, este último responsable de la Consejería de Pedagogía de la Mancomunidad de Cataluña, la institución que había invitado a Barcelona al premio Nobel. Fue Campalans quien se comprometió a pagar a Einstein unas 3.000 pesetas por sus conferencias. Recibió 3.500.
Campalans también fue el anfitrión de la cena, y su madre, la encargada de cocinar los muchos platos que degustaron. La prensa de la época informó sobre el banquete, los comensales y, sobre todo, la música: "Regino Sainz de la Maza ejecutó bellísimas composiciones de guitarra; el Trío Barcelona interpretó piezas escogidas de su mejor repertorio; la notable soprano Andrea Fornells cantó una selección de canciones de la tierra...", relató el periódico La Veu de Catalunya al día siguiente. Y concluía: "El eminente profesor se sintió muy complacido, admirando en especial manera y con vivísimo interés las canciones catalanas".
Entre los invitados estaban el cónsul de Alemania, Ulrich von Hassell, y su mujer, Ilse von Tirpiz, altos funcionarios del Ayuntamiento de Barcelona y los colegas que le organizaron el viaje y la cena, Lassaleta y Lana Sarrate. Este último asistió a ella con toda certeza, la prensa mencionó su nombre. De los demás, cabe suponerlo. Por ejemplo, del profesor Terradas, aunque sus circunstancias familiares eran en aquellos días dramáticas debido a la muerte de su hija pequeña. Por eso, los investigadores que han firmado el artículo sobre la cena de Einstein en la Revista de Física, Sallent y Roca, descartan su colaboración en la redacción del enrevesado menú.
Cada plato (ocho "sólidos") incluía una referencia a científicos o filósofos y a teorías científicas relacionadas con el ilustre invitado: Habas a la Lorentz transformadas a la catalana, faisán plateado a la Minkowski en cuatro dimensiones, helado continuo euclídeo. Entre los "líquidos" había jerez inercial, Champagne Codorniu relativista que reflecta la luz, vinos gravitatorios y manzana pequeña con efecto Doppler. ¿Una manzana entre los líquidos? Los investigadores interpretan que se referían a la sidra.
En la suculenta cena ofrecida por Rafael Campalans y su mujer, Conxita Permanyer, también había canelones. Se pensó en primer lugar que cannulae podría significar macarrones, pero dos sobrinas de Campalans, Alicia y Enriqueta Marlet, no tienen dudas de sus recuerdos: eran canelones. Entre los postres, las enquesadas las realizaron -aún las hacen hoy- el Forn de San Jaume, que Campalans conocía bien.
Por último, en el menú se informaba sobre el tiempo y el espacio de la cena. El espacio fue, ya se ha dicho, la casa de Campalans, en la calle de Roselló, 118. Averiguar el tiempo les ha dado más dolor de cabeza a los investigadores, entre otras cosas porque se citaban las segundas calendas de marzo, una fecha equivocada: "Eso correspondería al 28 de febrero y sabemos que fue el 27", explican Sallent y Roca. Y se hablaba del año 44 de la era einsteniana. "El 14 de marzo Einstein tenía que cumplir 44 años, por lo tanto, se acababa el año 44 de su era".
Como es lógico, a pesar de esta cena anecdótica, la visita del "pontífice de la ciencia" fue para algo más que para comer. Estuvo también jalonada de excursiones por los alrededores y de debates políticos. Le unía con Campalans y con Terrada el repudio por la guerra: los tres se manifestaron en contra de la primera contienda mundial. Pero había algo que el famoso genio no acababa de entender. ¿Por qué Campalans se declaraba a la vez socialista y nacionalista?: "¡Esto no liga!", le dijo. Después, según escribió el ingeniero, "captó los matices más sutiles y frágiles de la vida catalana" y justificó "la paradoja". "¡Pero esto no es nacionalismo verdadero! Si me queréis creer, prescindid de ese nombre funesto", zanjó.
El mismo día de la cena, Einstein se entrevistó con dirigentes anarquistas, lo que ocasionó un incidente político; la prensa contó que el físico se había declarado revolucionario científico, algo que, después, desmintió. Los biógrafos del premio Nobel sugieren que en algunas de sus posteriores actuaciones políticas en el plano internacional se oían los ecos de las conversaciones con sus amigos en Barcelona.
Pero quizá lo que más le impresionó fue la música catalana, de la que recibió un amplio surtido para satisfacer su melomanía. Si en la cena hubo una buena muestra, al día siguiente pudo degustar un segundo plato. La Peña de la Danza lo recibió en la Escuela Industrial de Barcelona con un esmerado repertorio que el homenajeado se llevó en algunos discos. También su diario guardó para siempre el recuerdo de aquella música.
Comentarios
Gracias por el dato!
Mil gracias,
Hector Campalans