¿Por qué sigues abriendo restaurantes si siempre fracasas?

 


Sylvia y yo fuimos realmente felices viviendo en la Isla de Margarita. Allí teníamos nuestro restaurante, nuestra escuela de cocina y un proyecto en camino para una posada. Casi teníamos una década en la isla, no teníamos deudas y lo que teníamos era propio.


Y un día decidimos dejar a Venezuela.


Como toda decisión de inmigración fue difícil y meditada. Pagamos un precio altísimo porque lo perdimos todo. Detrás de la historia de nuestra decisión de partir y de cómo lo perdimos todo hay un océano de historias y de dolores que solo nos conciernen a mi esposa y a mi.


A la luz de la distancia de otra casi década viviendo fuera de Venezuela sigo pensando que irnos de Venezuela fue la decisión correcta en ese momento, pero fue muy duro.


Abrimos un restaurante en Chile. Nos fue bastante mal en Chile, y las razones de la decisión de venirnos a Italia si la he hecho un poco más pública a través de entrevistas.


En estas pocas líneas he resumido 15 años de nuestra vida. Es vulgar que sea así y es injusto porque en esos 15 años Sylvia y yo hemos sido muy felices muchas veces y, como ya dije, creemos que tomamos la decisión correcta en el momento en que había que tomarla.


Pero perdí la posibilidad de decir casa. Más nunca dije casa. Cuando volvía a Santiago de Chile luego de un viaje decía voy de regreso a Chile. No quiero que se me malinterprete, en Chile fue muy feliz y solo tengo buenos recuerdos. Pero no era casa.


Por mil y un vericuetos de la vida terminamos viviendo en la ciudad de Chiavari, en la riviera ligure del levante, en el norte de Italia. Emigramos de nuevo. Solo que esta vez llegamos rozando los sesenta años y con el fracaso de Chile en la espalda. Sin posibilidad de pensión porque la de Venezuela nos la robaron y la de Italia no nos corresponde. Eso se resume fácil: trabajarás hasta que puedas. Por suerte tengo un oficio y soy bueno en él, así que nunca me faltó trabajo.


Cuando ya teníamos dos años en Italia me tocó trabajar en España y de allí ir a Colombia. Cuando estaba de regreso a Italia me monté en el avión en Madrid y mi cansancio era absoluto. Justo antes de partir el avión habló la aeromoza. Habló en italiano. Yo que ya tenía los ojos cerrados dije desde el fondo de mis vísceras “al fin a casa”.


Y luego de 7 años de haber salido de Venezuela dije casa. Lo dije inconscientemente. Salió desde el fondo de una vida cotidiana construida.


Ese “casa” significa muchas cosas. Significa que Sylvia es feliz. Que yo soy feliz. Que la gente en la calle me saluda. Que voy a misa los domingos y al momento de la comunión el padre me sonríe. Que aprendí el idioma. Que me llaman amigos. Que me dan crédito en la frutería. Vida cotidiana.


Dije casa.


Allí nació el proyecto de hacer un negocio. Yo no podía seguir dando vueltas por el mundo como agente libre inventando de que vivir como venía haciendo los últimos dos años. Si queríamos vivir en esta ciudad en donde nos sentimos en casa, teníamos que ser parte de la economía de la ciudad. 


Se lo comentamos a amigos que nos miraban con susto. No es normal empezar un negocio a la edad en la que uno se retira.


Pensamos inicialmente en una posada y pasamos meses armando el proyecto y viendo casas. Pero una conversación con un amigo en un monasterio me hizo entender que no era lógico.


Mi único oficio es ser cocinero. Lo único que he hecho es restaurantes. Pero teníamos mucho miedo porque es un negocio muy duro y ya habíamos perdido lo de Venezuela y lo de Chile.


Pero es lo que sabemos hacer. En lo que hemos sido felices. Los que nos hizo muy felices por 10 años en en el instituto Culinario de Caracas y 8 años con el Instituto Culinario de Margarita y su hermano el restaurante El Langar.


Felices casi 20 años. Mi socia y yo. Yo y mi socia.


Así que medio viejos, con susto y con muy poco dinero nos vimos a los ojos y dijimos: abramos un restaurante. Dejemos de caminar porque ya llegamos.


Vimos locales. Muchos. Sacamos cuentas. Muchas. Pensamos en un menú y concepto que funcionara. Mucho.


Ningún banco nos iba a prestar dinero. Nos ayudaron amigos. Fue absolutamente conmovedor porque algunos apenas nos conocían. En un momento le dije a Sylvia que íbamos a tener que buscar socio. Teníamos un dinero guardado, el último, el de la emergencia, y Sylvia me dijo “seamos nosotros esos socios, usa el dinero y devuélvelo, devuélvelo a nosotros”.


Y abrimos un restaurante en una ciudad de Italia exactamente el día que cumplí 60 años. Ese día lo escogí porque me dije que quería celebrar mi nueva década trabajando.


Todo lo fui contando en mi red de Instagram. Una persona me escribió “¿Por qué sigues abriendo restaurantes si siempre fracasas?”


Ese comentario me pegó. Me pegó porque muchos lo dicen. Dicen que yo abro restaurantes que quiebran. Pero resulta que en los últimos 17 años he tenido la escuela de Caracas que dejé para ir a Margarita en donde tuve mi escuela-restaurante y luego Chile. Es decir en 17 años me fue mal una vez. Y me pregunto cuántos en 17 años han sido 100% exitosos. Cerrar Venezuela no fue un fracaso porque Venezuela nos expulsó y nos quitó todo.


Mi esposa y yo escogimos un camino de ser familia que trabaja sin socios y eso en Venezuela se paga.


Y aquí estamos cerrando este 2025 en medio de la libertad. El restaurante lleno todos los días de gente que no sabe quien soy y no me sigue en redes y no leerá esto porque está en español.


Mi gente. Mi casa.


Somos dos canosos sesentones trabajando muy duro ¿Saben por qué? Por qué nos mueven ruedas de amor. Amor al oficio. Amor al Trabajo. Amor a una ciudad. Amor a la familia.


Me preguntan muchas veces si regresaría a vivir a Venezuela. No creo. Tengo 60 años y me costó muchos años volver a decir casa. Regresar sería emigrar de nuevo. Venezuela es mi país y mi casa es Chiavari.


Por eso este restaurante es tan importante. Por que me siento de nuevo en mi isla de Margarita en donde fui tan feliz… pero en Italia.


P.S La foto se tomó hoy 22 de diciembre. Allí estamos Sylvia, mi hija Adrianna y yo en la puerta del restaurante.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Lo que cuentas es doloroso pero nos ha pasado a tantos en esa edad que ya teníamos casi todo, dejarlo y no volver a llamar “casa”a ningún sitio; fracaso? no, es comenzar con la
Misma ilusión así pintemos canas porque somos venezolanos y eso es lo que hacemos “echar pa’ lante” y en diferentes oficios has sido para mí una inspiración y si alguien tan famoso como tú puede empezar a los 60 muchos mas podemos , sigue siendo inspiración para mí y para miles de personas, te admiro mucho !’
Daniel A. López M. ha dicho que…
El fracaso, para mí, se mide en la incapacidad de aprender. Según yo, no fracasa el que no tiene éxito en lo que se propone, fracasa el que llegó de un revés, no entiende qué y porqué pasó lo que pasó. Tengo un tío que abrió unos 15 restaurantes durante sus 40 años en ese oficio. Todos, absolutamente todos, los abrió en sociedad, todos -excepto el último- se los dejó a sus socios en una situación bastante estable. Si le preguntas si se siente exitoso, aunque no tenga hoy, a sus 90 años, nada más que los recuerdos, seguro estoy de que dirá: sí, fui todo un éxito. Porque si éxito fue crear, crear ambientes, crear puntos, crear conceptos. Pero sobre todo, crear momentos con amigos, con familia, con socios, con empleados. Y un restaurante es eso, un centro de vivencias vertiginoso y vibrante. ¡Enhorabuena por estar en casa haciendo lo que sabes y te gusta hacer!

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