… Y LLEGASTE 2009
Total que llegaste 2009. Con tu carga de predicciones apocalípticas y logros inmensurables fallidos. Las casas inteligentes aparentemente no lo son tanto porque todavía tenemos que resolver el escollo de comprarlas y por suerte, tener cocinero y cocinar no son aun una extravagancia. En poco menos de un año, al esconder tu número, cerraremos la primera década de un siglo XXI que en mi infancia se veía lejano. Lejanísimo.
Me arriesgo señor 2009. Me arriesgo a achacarte posibilidades. Como esos señores científicos de hace cincuenta años. Sólo que mi visión es a corto plazo. Me arriesgo a imaginarte dentro de un año.
Al final de este año, el mejor regalo de navidad será un libro y cuando entremos a las librerías, nos recibirá un mesón llenito de libros de cocina venezolana, como manzana seductora que espera hacerle el aguinaldo a los libreros. Allí estará el pequeñito de Don Tulio, reediciones de libros olvidados como el de "Gusto y regusto de la cocina venezolana" de Aquiles Nazoa, los de los grandes estudiosos de nuestras universidades, los de siempre, aquellos que hablan de patrimonio, un montón de libros de cocina que se editaron el año que acaba de terminar y como diez nuevos.
Terminado tu año, señor 2009, seremos testigos de un fenómeno difícil de predecir hace apenas un año. El avance mediático alrededor de la gastronomía se habrá "descaraqueñizado" y será una moda hablar de provincia. De repente esa palabra, a veces ofensiva, como es "descubrir", irrumpirá con fuerza y mostrará en columnas de pocos miles de caracteres lo que hace rato saben muchos: es desde la provincia de los países que se construye la gastronomía que define sus fronteras. Las capitales tienen el deber y deben dedicarse a documentar y vender.
Asistiremos a un homenaje para aquellos cocineros que trabajaron duro antes de que la profesión pasara a ser noticia atractiva para redactores. Esos muchachos que se están formando en escuelas descubrirán que la generación espontánea no existe, que hay un legado construido por extranjeros y nacionales a fuerza de quemarse las manos y soñar a este trópico.
2009 será también inicio. Por primera vez los cocineros venezolanos harán un congreso por y para cocineros. Vendrán sus amigos, es decir cocineros latinoamericanos, a mostrar que en medio de nuestra particular torre de Babel existe un esperanto que en vez de estar cargado de sonidos, lo está de olores. Cosa rara señor 2009, nos provocará ver al Sur para aprender.
Tal vez sea temprano para pensar en un libro de regiones. Pero me arriesgo a predecir que este año se gestará. Un gran libro, gordo y pesado, que muestre la gastronomía de este país desde cada una de sus regiones gastronómicas. Un libro fundamental, no de esos que hablan de rescates y descubrimientos, sino uno de esos que la gente tiene manchadito de aceite con onoto en las cocinas a fuerza de desgastarlo por uso. A propósito de ello, pareciera señor 2009, que este año finalmente dejaremos de hablar de cocina venezolana y comenzaremos a hablar de cocinas regionales. Ya comienza a cansar eso de meter a todo el mundo en un saco genérico que se limita a tres o cuatro lugares comunes.
El año pasado los cocineros comenzaron a unirse en grupos como AsoChef, Gasronomía Ecológica o Venezuela Gastronómica. Este año, pasado el tiempo de constituciones y estatutos, harán cosas. La labor de los cocineros agrupados traspasará la frontera de las cenas benéficas y empezarán a levantar su voz de oficio. A construir sus sueños y levantar su voz de gremio.
Los que creen en nuestras frutas salvajes conseguirán créditos para producirlas, acopiarlas, transportarlas y mercadearlas. Guama, semeruco, pomalaca, merey, pomarrosa, poncigué, jobo, níspero del Japón, cínaro y mamey se pondrán de moda. Estarán para nuestra sorpresa exhibidos en paquetes con código de barra y debido a ello, la gente va a ir por lo menos dos veces al mes a los mercados municipales.
Al terminar este año, su año, señor 2009; habrán abierto muchas taguaritas. De esas que sin pretensiones abren los cocineros. De esas en las que se come venezolano porque son venezolanos que compran en mercados venezolanos los que definen el concepto. De esas que terminan por conformar en las ciudades una red en donde se come por el concepto de salir y no de celebrar. Unos los llaman Bistrot, otros Trattoria, otros Paladares, otros Cafés, ¿Cómo los llamaremos nosotros?
No se angustie señor 2009. Si dentro de cincuenta semanas algunas de estas predicciones entran en el saco de los sueños fallidos, no le echaremos la culpa. Fue nuestra.
Me arriesgo señor 2009. Me arriesgo a achacarte posibilidades. Como esos señores científicos de hace cincuenta años. Sólo que mi visión es a corto plazo. Me arriesgo a imaginarte dentro de un año.
Al final de este año, el mejor regalo de navidad será un libro y cuando entremos a las librerías, nos recibirá un mesón llenito de libros de cocina venezolana, como manzana seductora que espera hacerle el aguinaldo a los libreros. Allí estará el pequeñito de Don Tulio, reediciones de libros olvidados como el de "Gusto y regusto de la cocina venezolana" de Aquiles Nazoa, los de los grandes estudiosos de nuestras universidades, los de siempre, aquellos que hablan de patrimonio, un montón de libros de cocina que se editaron el año que acaba de terminar y como diez nuevos.
Terminado tu año, señor 2009, seremos testigos de un fenómeno difícil de predecir hace apenas un año. El avance mediático alrededor de la gastronomía se habrá "descaraqueñizado" y será una moda hablar de provincia. De repente esa palabra, a veces ofensiva, como es "descubrir", irrumpirá con fuerza y mostrará en columnas de pocos miles de caracteres lo que hace rato saben muchos: es desde la provincia de los países que se construye la gastronomía que define sus fronteras. Las capitales tienen el deber y deben dedicarse a documentar y vender.
Asistiremos a un homenaje para aquellos cocineros que trabajaron duro antes de que la profesión pasara a ser noticia atractiva para redactores. Esos muchachos que se están formando en escuelas descubrirán que la generación espontánea no existe, que hay un legado construido por extranjeros y nacionales a fuerza de quemarse las manos y soñar a este trópico.
2009 será también inicio. Por primera vez los cocineros venezolanos harán un congreso por y para cocineros. Vendrán sus amigos, es decir cocineros latinoamericanos, a mostrar que en medio de nuestra particular torre de Babel existe un esperanto que en vez de estar cargado de sonidos, lo está de olores. Cosa rara señor 2009, nos provocará ver al Sur para aprender.
Tal vez sea temprano para pensar en un libro de regiones. Pero me arriesgo a predecir que este año se gestará. Un gran libro, gordo y pesado, que muestre la gastronomía de este país desde cada una de sus regiones gastronómicas. Un libro fundamental, no de esos que hablan de rescates y descubrimientos, sino uno de esos que la gente tiene manchadito de aceite con onoto en las cocinas a fuerza de desgastarlo por uso. A propósito de ello, pareciera señor 2009, que este año finalmente dejaremos de hablar de cocina venezolana y comenzaremos a hablar de cocinas regionales. Ya comienza a cansar eso de meter a todo el mundo en un saco genérico que se limita a tres o cuatro lugares comunes.
El año pasado los cocineros comenzaron a unirse en grupos como AsoChef, Gasronomía Ecológica o Venezuela Gastronómica. Este año, pasado el tiempo de constituciones y estatutos, harán cosas. La labor de los cocineros agrupados traspasará la frontera de las cenas benéficas y empezarán a levantar su voz de oficio. A construir sus sueños y levantar su voz de gremio.
Los que creen en nuestras frutas salvajes conseguirán créditos para producirlas, acopiarlas, transportarlas y mercadearlas. Guama, semeruco, pomalaca, merey, pomarrosa, poncigué, jobo, níspero del Japón, cínaro y mamey se pondrán de moda. Estarán para nuestra sorpresa exhibidos en paquetes con código de barra y debido a ello, la gente va a ir por lo menos dos veces al mes a los mercados municipales.
Al terminar este año, su año, señor 2009; habrán abierto muchas taguaritas. De esas que sin pretensiones abren los cocineros. De esas en las que se come venezolano porque son venezolanos que compran en mercados venezolanos los que definen el concepto. De esas que terminan por conformar en las ciudades una red en donde se come por el concepto de salir y no de celebrar. Unos los llaman Bistrot, otros Trattoria, otros Paladares, otros Cafés, ¿Cómo los llamaremos nosotros?
No se angustie señor 2009. Si dentro de cincuenta semanas algunas de estas predicciones entran en el saco de los sueños fallidos, no le echaremos la culpa. Fue nuestra.
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