LAS CALLES QUE SON LOS CAMINOS
Los merideños de mi generación crecimos aprendiendo a leer con el libro Coquito (de donde tomo el título de este artículo) y entendiendo al olor de este país desde la misma carretera. El acre olor del diesel de viejos Mercedes Benz, mezclado con el de hervidos, arepas y Malta, arrulló a toda una generación que muchas veces hizo el ida-vuelta a Caracas. Para nosotros no son 660 kilómetros, para nosotros se trata de un centro comercial con una larga feria de comida rápida. Un centro comercial diferente, dependiendo de la dirección del viaje.
7:30 a.m: Acabamos de cruzar la frontera entre Aragüa y Carabobo. Se ve aun el esqueleto del viejo peaje y ya a éstas horas están ellos y ellas bamboleando al viento los paquetes con Panelitas de San Joaquín. La cola se hace, nadie toca corneta porque dos carros más adelante alguien se paró a comprarles ¡Niños no vayan a llenar el carro de burusitas!
8:30 a.m: Acabamos de pasar el Campo de Carabobo y con él la autopista termina. Impresiona ver lo mañanero que es este país. A mano izquierda ya están abriendo los ranchitos que venden cochino y cachapa. Seguramente de regreso participaré en el festín multitudinario que se arma a partir del mediodía.
9:00 a.m: Este trecho de la carretera es peligrosísimo, por suerte ha estado despejado y ya estamos llegando a Tinaquillo. Nuevamente los puesto de carretera esperan. Momento ideal para intentar con una arepa de Jojoto (arechapas le dice una amiga mía) con un pedacito de queso.
9:30 a.m: San Carlos nos da la bienvenida con su curiosa redoma que en el medio tiene un monumento al mango. Justo antes de la redoma hay un puesto de venta de jugos naturales que a fuerza de calidad ha terminado por volverse parada obligada. En la bomba de San Carlos se pone gasolina para iniciar el largo trayecto de la utopista de los Llanos.
10:00 a.m a 1:00 p.m: Este fue siempre el período de los almuerzos y las ensaladas que nos enseñaron a comer vinagreta de vinagre sintético y aceite de maíz. Ahora el trecho San Carlos Barinas se hace casi en su totalidad por una autopista, que así como nos acortó en casi dos horas el viaje a Mérida, nos arrancó de cuajo la comida de carretera. Poco a poco van a pareciendo a orilla de la autopista, lugares para almorzar carne en vara, hervido y con algo de suerte, picadillo barines.. Con todo y su velocidad, la autopista no ha evitado la parada obligada en Ospino para comprar chicharrón (clarito y con burbujitas, como indica mi Padre) y los más nostálgicos se salen a ratos para intentar una compra de Guama en Sabaneta o volver a probar el único perfume de los mamones de Barrancas.
1:30 p.m: Cuando se termina la autopista, en lugar de seguir para Mérida, nos vamos acostumbrando a regresamos un par de kilómetros hacia Barinas para recorrer lugares de siempre. Al llegar a la redoma y justo antes de la primera bomba, está una fábrica de queso de mano con la posibilidad de vivir la sensación única de probar el queso aun tibio, y comprar una crema de leche excepcional. La redoma bien vale una parada de media hora para disfrutar la venta de cachivaches de cocina y llegar a la casa con anafes, calderos y budares.
2:00 p.m: Se acabó el llano y comenzó el pié de monte andino. Justo antes de llegar Barinitas logramos ver el mínimo letrero de "Si hay queso especial" y nos hicimos de un queso curado que se deshilacha en hebras. Lamentablemente, ésta vez no habían aguacates en la carretera.
4:00 p.m: Tenemos dos horas haciendo el cruce andino, embriagados con el intenso olor a ajo y cebolla que nos rodea y habiéndonos parado un par de veces para tomar chocolate y calentao con miche. Pasamos Mucubají, sabiendo que, de regreso, allí desayunaremos arepas de trigo con chorizo y huevo. En San Rafael de Mucuchíes nos comimos una mantecada y ahora estamos en Mucuchíes. Aquí es donde Wanda llegó de Italia he hizo el Hotel Los Andes. Aquí es donde sus hijas siguen haciendo el dulce de leche de mi infancia.
4:30 p.m: Escagüey con la parada obligada en la "Casita de la miel". Le hice caso a mi hermano y traje guantes de carnaza para robarme unas tunas de la carretera.
5:00 pm: Quizás me pare a comer trucha en el Caney del pueblo de Los Aleros o una crema de verduras en La Mamma frente a la plaza de Tabay. Quizás me apure a entrar y vaciar mi maleta. Me esperan en casa.
6:00 p.m: Once horas después, sobre la mesa de la casa está un país. Mi país de carretera.
8:30 a.m: Acabamos de pasar el Campo de Carabobo y con él la autopista termina. Impresiona ver lo mañanero que es este país. A mano izquierda ya están abriendo los ranchitos que venden cochino y cachapa. Seguramente de regreso participaré en el festín multitudinario que se arma a partir del mediodía.
9:00 a.m: Este trecho de la carretera es peligrosísimo, por suerte ha estado despejado y ya estamos llegando a Tinaquillo. Nuevamente los puesto de carretera esperan. Momento ideal para intentar con una arepa de Jojoto (arechapas le dice una amiga mía) con un pedacito de queso.
9:30 a.m: San Carlos nos da la bienvenida con su curiosa redoma que en el medio tiene un monumento al mango. Justo antes de la redoma hay un puesto de venta de jugos naturales que a fuerza de calidad ha terminado por volverse parada obligada. En la bomba de San Carlos se pone gasolina para iniciar el largo trayecto de la utopista de los Llanos.
10:00 a.m a 1:00 p.m: Este fue siempre el período de los almuerzos y las ensaladas que nos enseñaron a comer vinagreta de vinagre sintético y aceite de maíz. Ahora el trecho San Carlos Barinas se hace casi en su totalidad por una autopista, que así como nos acortó en casi dos horas el viaje a Mérida, nos arrancó de cuajo la comida de carretera. Poco a poco van a pareciendo a orilla de la autopista, lugares para almorzar carne en vara, hervido y con algo de suerte, picadillo barines.. Con todo y su velocidad, la autopista no ha evitado la parada obligada en Ospino para comprar chicharrón (clarito y con burbujitas, como indica mi Padre) y los más nostálgicos se salen a ratos para intentar una compra de Guama en Sabaneta o volver a probar el único perfume de los mamones de Barrancas.
1:30 p.m: Cuando se termina la autopista, en lugar de seguir para Mérida, nos vamos acostumbrando a regresamos un par de kilómetros hacia Barinas para recorrer lugares de siempre. Al llegar a la redoma y justo antes de la primera bomba, está una fábrica de queso de mano con la posibilidad de vivir la sensación única de probar el queso aun tibio, y comprar una crema de leche excepcional. La redoma bien vale una parada de media hora para disfrutar la venta de cachivaches de cocina y llegar a la casa con anafes, calderos y budares.
2:00 p.m: Se acabó el llano y comenzó el pié de monte andino. Justo antes de llegar Barinitas logramos ver el mínimo letrero de "Si hay queso especial" y nos hicimos de un queso curado que se deshilacha en hebras. Lamentablemente, ésta vez no habían aguacates en la carretera.
4:00 p.m: Tenemos dos horas haciendo el cruce andino, embriagados con el intenso olor a ajo y cebolla que nos rodea y habiéndonos parado un par de veces para tomar chocolate y calentao con miche. Pasamos Mucubají, sabiendo que, de regreso, allí desayunaremos arepas de trigo con chorizo y huevo. En San Rafael de Mucuchíes nos comimos una mantecada y ahora estamos en Mucuchíes. Aquí es donde Wanda llegó de Italia he hizo el Hotel Los Andes. Aquí es donde sus hijas siguen haciendo el dulce de leche de mi infancia.
4:30 p.m: Escagüey con la parada obligada en la "Casita de la miel". Le hice caso a mi hermano y traje guantes de carnaza para robarme unas tunas de la carretera.
5:00 pm: Quizás me pare a comer trucha en el Caney del pueblo de Los Aleros o una crema de verduras en La Mamma frente a la plaza de Tabay. Quizás me apure a entrar y vaciar mi maleta. Me esperan en casa.
6:00 p.m: Once horas después, sobre la mesa de la casa está un país. Mi país de carretera.
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