LA POBREZA SATURADA
I
Honestamente no se cual es la situación en el resto del país, pero en esta isla que habito conseguir algún aceite comestible que no sea el costoso e importado oliva, es simplemente imposible. Lo es desde hace un par de meses. A veces se consigue luego de hacer fila en un MERCAL (red gubernamental de distribución de alimentos) y siempre en cantidades inferiores a las necesidades de consumo promedio quincenal de una familia. Otras tantas logramos ser los sortarios dateados con la primicia de un lote de llegada inminente a un supermercado, y logramos asir un par de litros. Las consecuencias de la escasez de aceite comienzan a aflorar.
El fin de semana pasada cumplí con el ritual dominguero de comprar un pescado frito a orilla de la playa Manzanillo. Hermoso, crujiente, oloroso llegó. Pero una vez engullido, la estela de aceite ennegrecido que dejó no fue más que la visual comprobación de lo que el retrogusto amargo ya permitía inferir: El aceite usado para freírlo debió haberse descartado, ya hacía unos cantos usos. No reclamé. No había nada que reclamar cuando estoy consciente que no había sido por timo sino por no conseguir.
Pocas cosas más dañinas para la salud que un aceite cuando ha llegado al punto de saturación. La escasez del mismo, está haciendo que hogares, restaurantes empanaderas, freidores y clientes estén acortando vida con cada bocado de aceite quemado. Siempre he sido dramático. Esta vez quiero serlo más: Es prioritario que los venezolanos tengamos acceso a suficiente aceite vegetal. Es cuestión de vivir más o menos.
II
Hace un par de años tuve la oportunidad de conocer de primera mano la experiencia de una Casa De la Alimentación en un barrio de nuestra Capital. Se trata de uno de los proyectos sociales de nuestro gobierno que posiblemente tenga mayor alcance de manera expedita y concreta. Resumiendo, a una familia le dan los ingredientes para que cocine un número de comidas a miembros de la comunidad sin acceso a ella y de paso le pagan por hacerlo. La consecuencia es que este grupo familiar garantiza acceso a comida, las madres cocineras no deben dejar el barrio y por lo tanto velan por la educación de sus hijos y en el camino, tal como me constó, cada mediodía 150 madres solteras, embarazadas y personas en pobreza crítica son alimentadas. Hasta este punto de la historia habría que ser mezquino para considerar a este proyecto como malo o innecesario. El problema es el menú.
El día que menciono, el menú fue un salteado de mortadela, arroz y papa. Dejo en manos de los nutricionistas la misión de explicar el horror detrás de este menú. Salí de allí con sabor agri-dulce y con la pregunta inevitable ¿Estamos realmente alimentado, o acaso la misión es acortar vidas con una bomba de grasas saturadas y carbohidratos sin presencia de fibra?
III
La semana pasada, nuevamente me refiero a la Isla de Margarita, el kilogramo de vegetales ricos en fibras o en grasas no saturadas (aguacate, ajo porro, etc.) promedió 45 BsF. Se trata de un precio que duplica el de la subsidiada carne de res que por ley debe venderse en precios cercanos a los 20 BsF. Creo profundamente que en un país monoproductor como el nuestro, los dividendos de la renta petrolera deben repartirse entre nosotros, de entre varias mecanismos, a través de subsidios que nos permitan tener acceso a alimentos. Pero en una economía inflacionaria en donde el poder adquisitivo merma mes a mes, hacer que la carne cueste la mitad que los vegetales es invitar a la población a convertirse en consumidores exclusivos de grasas saturadas. De hecho, se calcula que actualmente el consumo promedio de proteínas animales del venezolano de clase media está en 75% del total que consume al día, en contraposición al 25% de un europeo.
Así como estamos dispuestos a subsidiar la carne de productores argentinos, paraguayos y brasileros, es sencillamente una necesidad de estado comenzar a hacerlo con los vilipendiados productores agrícolas de nuestro país.
IV
Como cocinero no manejo profesionalmente, ni entiendo, los indicadores sociológicos, políticos y económicos de los que soy víctima más que beneficiario. Solo una cosa se con certeza: La seguridad alimentaria pasa por lograr una población sana que pueda vivir muchos años. Una cosa es llenarse la panza y otra alimentarse.
Comentarios
Con la carne subsidiada pasa lo msmo que con la canilla. Una canilla, cuesta Bs.2 entonces, lo que los comerciantes dejan de ganar, debido al control de precio de este producto, se lo cargan a los demàs productos hechos a base de trigo. De modo que un cachito...ya cuesta casi Bs. 20.
Distorciones del socialismo del siglo XXI
Ahora pues, debemos recalcar la falta de progreso de la Nación Venezolana en general, pues encontramos cada día más personas que son mediocres y muy conformistas, como dice ese refrán muy cierto: ¡Comida para hoy, hambre para mañana!, muchísimas personas de la clase baja solo se conforman con tener que comer, sin importar que daño causará en ellos o si habrá o no, alimento para el día siguiente.
Sin más que decir.
Gracias Sumito Estévez por dicho tema y por tú opinión.
Felicidades Sumito, es bueno apreciar a un país por lo que come, es ir más allá!