HACIENDO TURISMO EN CARACAS

El turismo gastronómico posee dos vertientes: una en la cual el visitante ha planificado con tiempo los lugares en los que piensa comer,soñando inclusive instantes dignos de una película como Ratatouille gracias a las pausas que el comensal previamente definió; y otra que se da cuando existe una invitación laboral de por medio. En ese segundo caso es bastante usual que el visitante se convierta en un agasajado al que se le suceden almuerzos y cenas en lugares escogidos por un anfitrión que ansiosamente desea lograr en la menor cantidad de tiempo posible una píldora de lo que es su cultura. A veces se trata de restaurantes populares porque quien invita desea mostrar su acervo, otras veces se trata de una tanda de restaurantes de alta cocina que vanidosamente traslucen la calidad cosmopolita de la ciudad visitada y la mayoría de las veces se trata de una combinación de ambos tipos, en un afán por mostrar una forma cultural de ser.

Independientemente de las razones detrás del turismo gastronómico, hay dos verdades ineludibles: es una forma de turismo que existe y sobre todo, es una forma de turismo que le hace un favor tremendo a las ciudades porque inevitablemente está adosado a la palabra prestigio. De hecho, siendo esta una columna gastronómica, no son pocas las veces en las que hemos decidido convertirnos en comunicadores que mostramos las características culturales de una ciudad visitada en el extranjero a través de los restaurantes en donde comimos, con el mismo afán de un coleccionista de monumentos.

La pregunta de rigor ante el creciente fenómeno del turismo gastronómico que podríamos hacernos es ¿Cómo nos verán en el plano gastronómico quienes visitan a Caracas? ¿Cómo veríamos nosotros a nuestra ciudad de tener la oportunidad excepcional de ser turistas en nuestros propios espacios?

Solemos huirle a nuestros propios lugares turísticos por considerarlos ajenos, pero a veces tenemos la suerte de convertirnos en anfitriones y con desdén visitamos (por ejemplo) el teleférico o la Casa Natal del Libertador, para descubrir con asombro una ciudad que nos gusta.

Hablando nuevamente del caso del turismo gastronómico, el fenómeno descrito se ve calcado si aseveramos que es tremendamente inusual que alguien que habite en nuestra capital se dedique a visitar, uno tras otro, diferentes restaurantes con buena crítica tal como lo haríamos en caso de ser visitantes y tener una guía de la ciudad en la mano. Una de las razones obvias es económica… el dinero para vacacionar se gasta en vacaciones. Otra razón es tiempo y muchas veces, desconocimiento de lo que sucede más allá de la frontera de nuestros hábitos. Pero a veces nos tocan las excepciones, y como en el ejemplo del visitante que regresa a los panteones turísticos de su ciudad, nos encontramos visitando un restaurante tras otro hasta lograr tener un atisbo de la mirada de los que nos ven.

II
Por razones mágicamente fortuitas me tocó comer, con muy poco espacio de tiempo entre uno y otro, en los restaurantes Alto, Yantar y Gourmet del Tamanaco, de los Chefs Carlos García, Enrique Limardo y Elías Murciano, respectivamente. Es usual que los cocineros nos conozcamos y que nos admiremos, pero curiosamente son contadas las veces en las que realmente comemos lo que nuestros colegas locales hacen. Atentan la rutina, el trabajo y obviamente la desdeñosa postergación. Comí maravilloso en los tres lugares.

Enrique Limardo de Yantar nos sirvió un pisillo tempurizado de chucho envuelto en nori que sirvió con un lingote de mouse de plátano horneado y una crema perfecta de aguacate con queso telita, tan sublime que no provocaba seguir comiendo más nada. Carlos García de Alto: una crema de chocolate con sarrapía acompañada de un polvo dulce de ají dulce y helado de mango, en lo que considero uno de los postres más inteligentes que he comido. Elías Murciano del Gourmet del Tamanaco, una degustación de 9 tiempos para los que ésta columna se queda corta a la hora de tener que describir la perfección técnica y conceptual de la propuesta.

Hice el ejercicio de sentirme turista en mi propia ciudad y percibí a una Caracas con cocineros técnicamente depurados con propuestas de autor que apuntan a nuestros sabores y a nuestras denominaciones. Una ciudad a la altura de mucho de lo visto. Sentí un orgullo profundo. Me gustó ser turista aquí… en Caracas

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