DÍA MUNDIAL DE LA ALIMENTACIÓN


Querida Maestra:

Hace tiempo que no se de usted. Espero me recuerde desde la comodidad plácida de su jubilación, con el cariño con que lo hago yo. Poco había vagado yo hacia los felices momentos del colegio, inmerso en este afán de volverme adulto, pero topándome anteayer con el “Día mundial de la alimentación”, regresaron a mi en torrente, los olores de las comidas caseras con las que celebrábamos ese día, las discusiones sobre la pertinencia de una comida balanceada y las barrigas llenas a más no poder. La nostalgia es un arma poderosa.

Voy a serle franco: nunca entendí el afán de mi época por frivolizar a la pobreza. Es la época de la campaña para ayudar a los desposeídos de los Andes con el eslogan de “Ayudemos a los simpáticos niños pobres del páramo” (¿lo recuerda?), cómo si eso de acostarse en noches heladas con la barriga vacía y el alma estrujada de desesperanza, pudiese contarse cantando un jingle de TV acompañado de simpáticos niños de cachetes rosados en el fondo, que esperaban una limosna. Me pasa igual con lo del día de la alimentación.

¿Porqué no nos contaron nunca el origen de ese día? Me hubiese encantado saber que ese día fue proclamado por las Naciones Unidas (la FAO específicamente) para, y cito textualmente su página, “concientizar a las poblaciones sobre el problema alimentario mundial y fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza”. Siendo honestos, después de leer eso, hubiese sido más lógico ponernos a cocinarles a otros y sensibilizarnos con realidades que no conocíamos, que armar nuestra fiestecita particular de colegio, con pirámide nutricional de fondo. Nuca supe, por ejemplo, que cada año el día de la alimentación adopta una causa, como este año en donde en todo el mundo se discutirá sobre seguridad alimentaria en épocas de crisis o en el año 2000, en que junto a las ilusiones y las ocho metas para el desarrollo en el nuevo milenio, se discutía el 16 de octubre acerca de un milenio libre de hambre. ¿Habrán cambiado las cosas? ¿Este año los chicos del colegio habrán discutido sobre pobreza sin pensar que eso es un “accidente” que sufren algunos? ¿Sabrán ellos que la primera meta del milenio que se planteó la ONU es erradicar la extrema pobreza y hambre que nos acosan? ¿Entenderán que no se puede hablar de nutrición ideal, si según la misma página de la FAO (http://www.fao.org/getinvolved/worldfoodday/es) esta noche se acostarán con hambre extrema 1020 millones de personas?

Hay que tener un cuidado extremo cuando se trata de discutir los derechos fundamentales del hombre, porque inclusive con la mejor de las intenciones y con sentimientos obviamente solidarios, podemos caer con una facilidad tremenda en la tentación de frivolizar derechos que consideramos irrenunciables. Piénselo querida profe, ¡tantas veces discutimos en clase acerca de la libertad de expresión, racismo o democracia!... tristemente nuca vimos al hambre como parte del mismo paquete y poco a poco comenzamos a pensar que tenerla era una cuestión de mala suerte. Si creemos en los preceptos emanados por la ONU y entendemos que no tener hambre es un derecho con implicaciones legales para los gobernantes, la lógica me indica que si como pueblo somos responsables de permitir que una persona sea torturada, lo somos en la misma medida y con el mismo peso si no protestamos por el hambre que sufren algunos.

No se lo vaya a tomar a mal y mucho menos piense que le reclamo, seguramente usted a estas alturas se habrá hecho las mismas preguntas y no es cuestión de flagelarse por ser parte de un colectivo, al que lo han llevado a ver a la guerra o al hambre, como noticias dadas por sonrientes locutores justo antes de la sección de moda. Simplemente me pregunto, ¿porqué celebrábamos?, si lo único que había que celebrar era nuestro contundente fracaso como humanidad.

II

“Al igual que la esclavitud y el apartheid, la pobreza no es un hecho natural. Es causada por el hombre y sólo puede ser superada y eliminada por las acciones de la misma humanidad. Se trata de proteger un derecho humano fundamental, el derecho a una vida digna y decente. Mientras persista la pobreza no podremos hablar de verdadera libertad.”

Nelson Mandela. Londres, Febrero, 2005

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