MADUREZ Y ADOLESCENCIA GASTRONÓMICA

Hace 25 años los venezolanos éramos testigos de cómo rápidamente las vidrieras de las librerías eran engalanadas, con lo que a la postre habría de convertirse en una de las referencias documentales fundamentales de nuestra manera de entender a la gastronomía, nos referimos obviamente al libro Mi Cocina de Don Armando Scannone. Un año después un grupo de apasionados intelectuales decidía fundar la Academia Venezolana de Gastronomía, iniciando con ello una labor innegable de 24 años. Desde los cofres de la Academia han salido cenas para mostrar nuevos talentos, hermosos trabajos documentales y más recientemente un premio, El Tenedor de Oro, para honrar a quienes han contribuido en los diferentes frentes necesarios, sumando ladrillos a nuestra identidad culinaria.

Hace 20 años el historiador José Rafael Lovera fundaba el CEGA (Centro de Estudios Gastronómicos), lo que implica que desde hace dos décadas los restaurantes de nuestro país han visto pasar por sus cocinas a graduados, cargados con una filosofía de oficio profundamente venezolana gracias a la labor de hormiga de este hombre.

En Noviembre de 1992 Miro Popic y Yolanda no disimulaban el nervio que les producía lo que desde entonces es su empresa familiar: La Guía Gastronómica de Caracas. Pasear por las miles de páginas que han escrito gracias a una labor descomunal que sólo podrían haber hecho ellos con sus hijos, es pasear literalmente por la historia moderna de aciertos y pesares de la gastronómica del sector privado en nuestra capital, en los estos últimos 16 años. Para emoción de muchos de nosotros, en tres meses la Cátedra de Gastronomía de la UNEY (Universidad Nacional Experimental del Yaracuy) apagará una torta con diez velitas ¡Diez años de investigación académica!, que pasarán a ser aporte fundamental del entramado que se construye en nuestro país, para entender el intangible alabado por Aquiles Nazoa, cuando bautizó con su prosa a los “Poderes creadores del Pueblo”.

Desde hace 7 años la cocinera merideña Ana Belén Myerston, mantiene un éxito arrollador en su restaurante Mokambo en Caracas ¡Todo un record de permanencia y calidad continuada para alguien que hace cocina de autor! Y en apenas cuatro días el SIG (Salón Internacional de Gastronomía de Caracas) abre por séptima vez sus puertas al público masivo que acude a nuestro magno evento gastronómico.

En un país de memoria corta que ha visto su refundación cada cinco años y ha visto caer edificios históricos para darle paso al vidrio globalizado, todos los casos que acabamos de nombrar pueden considerarse viejos. Lo notable no sólo está en la contribución fundamental de sus aportes, sino en el hecho de su permanencia y capacidad de adaptación a nuevos tiempos. Desde esos ejemplos que van para tres décadas, se han logrado los cimientos para que estén apareciendo congresos de gastronomía prácticamente en cada capital de estado (por ejemplo el Enogastronómico de Valencia que va para cuatro años), se formen nuevos grupos cargados de sueños (AsoChef, Gastronomía Ecológica o Venezuela Gastronómica son un gran ejemplo de ello), hayan aparecido nuevas escuelas para la formación de cocineros o para que editores se atrevan a hacer libros de gastronomía, como sería el caso liderado por el chef de Barquisimeto Francisco Abenante, quien se ha dedicado a editar libros sobre sus colegas (Tocar Fuego y Ceviches del chef Víctor Moreno)

Yo fui contratado como cocinero un 11 de Junio de 1989, cuando todavía no habían nacido quienes en este momento están saliendo de escuelas de cocina con una fuerza hermosa. Arrolladora. Inmadura aún. Es la generación que construye Blogs en Internet y que asiste a los congresos, ya no con la emoción de lo inédito que mostró mi generación, sino con mirada crítica (muchas veces feroz) porque saben que están a pocos años de tomar el testigo. En psicología se dice que los adolescentes para crecer deben matar al padre (obviamente referido de manera eufemística), y por ello es que se vuelven duramente críticos, desde sus ideas hasta en su manera de vestir. De igual manera queda claro que es importante salir de ese período con personalidad única y definida, arreglando lo que se dejó de ver, pero entendiendo la contribución de esos padres en su formación. La vieja fórmula para construir una familia.

Nuestra madurez gastronómica puede sentirse gracias a muchachos que buscan caminos y comienzan a ver lo que nosotros ya no estamos en capacidad de olfatear. Si lo logran desde el respeto a la contribución y el legado de estas últimas tres décadas lograrán construir familia gastronómica, mereciendo el aplauso de esos hijos ganados a sustituirlos.

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