EL DÍA QUE JOAQUÍN LLEGÓ A MIRAFLORES

Desde tiempos precolombinos en Venezuela se produce una bebida alcohólica, producto de la fermentación del jugo extraído luego de cocinar el centro de un agave propio de nuestra región. Posteriormente, con la colonización, se introdujo la técnica para destilar el líquido fermentado, hasta obtener un licor transparente de alta graduación alcohólica y aroma excepcional, llamado Cocuy.

Para el siglo XX su producción estaba relegada a alambiques caseros clandestinos fuertemente perseguidos por la ley, hasta que en el 2005 una resolución emanada de nuestra Asamblea Nacional, no sólo legalizó la producción de nuestro licor histórico, sino que abrió el camino para proteger su denominación. Queda pendiente asegurar una legislación que prohíba llamar Cocuy a un licor que no sea hecho 100 % con nuestro Agave Cocuy.

II
A las 5 y media de la mañana Joaquín pudo entender que aquella sería una jornada cargada de un sol quemante que lo acompañaría por el resto del día. Ni una nube. Ni una sola. Comenzaba a clarear y con apenas un café en el cuerpo se dirigió al cuadrante en que tenía los agaves crecidos ¡7 años había esperado por ellos!, siete años de poco mimo porque el desierto larense sólo deja tiempo para la supervivencia. Con pericia arrancó 50. Apenas media hora después, a su lado, una montaña de hojas descartadas y sobre el lomo del burro las hermosas pencas que debieron parecerle voluptuosas piñas gigantes a los primeros españoles. Escupió con fiereza chimó para asir un ánimo que comenzaba a escasear a sus 61 años y comenzó a cavar en un suelo imposible hasta lograr un hoyo decente que llenó de leña encendida. Una vez que logró brasa, acomodó con sapiencia milenaria rocas volcánicas y sobre ellas las pencas de agave. Para el mediodía, únicamente la montaña de tierra que cubría la incubadora, daba cuenta de su enorme esfuerzo.

Cinco días después el tris tras pausado que cargaba el aire del único espacio de la casa de barro, le anunciaba a la esposa de Joaquín la faena que lo ocupaba. Tris, una palada de tierra. Tras, otra. Joaquín descubrió las piñas marrones oscuras con una delicadeza casi ajena a él y permitió que su olor dulce le llenara el alma. Su mano callosa no pudo dejar de exprimir una de las terminaciones de la penca y un líquido oscuro lo barnizó hasta el codo. Lamió. Con goce se llenó del dulzor extremo de la melaza. A cada penca le sacó el cogote dulce-amargo para exaltación de sus cabras que esperaban con ansiedad de adictas. La pelona central la reservó como postre unas, y otras para hacer un Cocuy especial que le habían encargado. La tarde fue machacar las pencas hasta sacarles hasta la última gota de almíbar. Esa noche, Joaquín y su esposa durmieron arrullados con el olor de los litros de jugo que comenzaban a fermentar. Las siguientes siete noches fueron noches de olor cambiante hasta que Joaquín le anunció a su esposa que había llegado el día

– Llegó el día mujer – sólo eso dijo.

Puso Joaquin los litros de jugo fermentado, a los que no les quedaba un ápice de azúcar y si mucho de alcohol, en el alambique. Día de leña, de humo, de aprovechar la poca agua para enfriar. Gota a gota en el gran frasco de vidrio de agua mineral que otro se había tomado, fueron cayendo su historia, la de su padre y la de su abuelo. Linaje hermoso hasta llegar a un indígena anónimo y bautizado. Probó Joaquín y sonrió.

- ¿Estás borracho Joaquín? Le preguntó ella cuando sintió su abrazo cargado de vapores
- No mujer, sólo estoy contento. Esto de lo mejor que he logrado
- ¿Cuánto crees que te den por esto Joaquín? – Y pensó Joaquín. Y supo Joaquín que apenas para vivir.

III
- Ya puede bajar señor – fueron el ábrete sésamo que permitió que, luego de un viaje tranquilo, la púber estrella de la política internacional comenzará a descender del avión.

A los pies una limpísima alfombra roja y sobre ella nuestro risueño presidente. Luego del fuerte apretón de manos, el discurso en palacio. Finalmente el brindis. Nuestro presidente sirvió orgulloso un par de copas con Cocuy para continuar la imperturbable tradición de palacio que había sustituido al hielo y la barrica foránea. Al aire, deseó felicidad para todos.

Esa noche, sin sospecharlo, Joaquín finalmente llegó a Miraflores.

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