A Dumel. Mi más grande amor. NOTA: Este escrito fue ampliamente discutido entre Dumel, su Mamá y su Papá. Los tres acordamos que se publicara. Más allá de la intención confesional y de búsqueda de sensibilización ante un escenario complejo, publicarlo es una decisión muy meditada. I Cuando leí el comentario de Juan en su propio Facebook me asusté. Sentí un escalofrío que me impulsó a cerrar el programa. Al rato volví abrirlo, releí y lo desactivé como mi amigo de Facebook. No tanto por rabia hacia él, sino más bien con desazón. Juan es una persona bastante inteligente, alguien que aprecio. Aun así, ese día escribió “a esas mierdas habría que matarlas”. Una de esas “mierdas” es mi hija. Mi Dumel. Dumel fue bautizado Pablo hace 24 años. Ahora nos pide que no le digamos más Pablo. Nos pide que le digamos ella. Ha sido dificilísimo para su madre y para mí. Pero este escrito no es sobre mí. Yo, su orgulloso padre, yo el que la ama con absoluta parcialidad, yo que la a
Arepas de mi desayuno hoy Los conceptos de monoproducto (que venden un solo tipo de oferta) suelen ser muy populares por cinco razones: porque su mercadeo es directo, porque la especialización técnica es unidireccional, porque no está mal vista la quinta gama (es decir que le compres parte de tus preparaciones a otros), porque pueden iniciarse en locales pequeños y porque es relativamente fácil determinar las unidades mínimas de venta diaria que son necesarias. Para que se entiendan mejor los cinco puntos del párrafo anterior, siempre será más fácil el mercadeo si dices que vendes hamburguesas a tener que decir que tienes un restaurante latino. Siempre es más fácil y menos costoso equipar un espacio, especializarse y generar un recetario de un producto, a tener que equipar para un menú variado. Siempre es mas fácil que en un un local de hamburguesas no se considere extraño que se compre el pan, la barbecue, la cebolla caramelizada o hasta la carne pulled pork a otros (lo que casi si
PASTA CON CARAOTA: O COMO NOS HEMOS IDO PERDIENDO EN TRADUCCIÓN EN MEDIO DE NUESTROS COMPLEJOS. Hay un plato maravilloso del sur de Italia que se llama "pasta e fagioli neri" y seguramente si uno lo coloca en el menú de su restaurante la gente lo pida y, si lo supimos preparar bien, lo alabe. De esas pastas con porotos (caraotas como le decimos los venezolanos) nacidas de la pobreza en una Italia, que tantas alegrías gastronómicas nos ha dado, nacieron platos emblemáticos como los porotos con rienda chilenos o las caraotas con espaguetis y queso llanero rallado de Venezuela. Me detendré en el plato venezolano. Es un plato que negamos. Es un plato de pobre, de roto, de inculto. El delito de ese plato es no tener nombre italiano. Un plato de anécdotas que muestran nuestros complejos, como por ejemplo cuando en la década de los 50 del siglo XX nuestra primera miss mundo Susana Dujim le comentó cándidamente a un periodista venezolano, que la llamaba a Londres para felic
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