299 VENEZUELA EN TIRADENTES


El viaje es largo para llegar desde Caracas a Tiradentes. Primero hay que volar a Sao Paulo, tomar otro avión a Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais, y desde ahí manejar 300 km. por una carretera que recuerda bastante a las de Mérida. Finalmente se llega a un pueblo enclavado en la montaña, bastante parecido a nuestro paramero Mucuchíes, solo que más grande y considerablemente más cuidado y mantenido en su infraestructura colonial. La ciudad es el lugar preferido para vacacionar tanto para los habitantes de Minas Gerais como de los que hacen las cinco horas desde Rio de Janeiro. Cada fin de semana las espectaculares posadas, que van desde el rango de lo bonito hasta llegar al lujo absoluto, se llenan, y el pueblo cobra una vida que me recuerda a la que tenía nuestra Colonia Tovar en sus mejores fines de semana. En ese escenario alejado, cocineros de todo el mundo se reunieron la semana pasada para el “XV Festival Gastronómico y de las Culturas de Tiradentes”. Inicialmente, el festival se hizo para promocionar la ciudad como lugar turístico, pero ha ido migrando hacia una cita en donde se discuten estrategias gastronómicas para Latinoamérica, en un proceso en el que Brasil comienza a unirse a paso veloz, al sólido movimiento de integración que tenemos en la parte hispana del continente. Este año estuvieron presentes nombres fundamentales de la escena gastronómica mundial, como el Chef brasileño Alex Atala o el español Jordi Roca. Se hicieron presentes también dos de las personas más influyentes en cuanto a matrices de opinión como son José Capel y Josimar Melo, así como la directora de Madrid Fusión, periodistas de varios países, delegaciones de Chile y del país anfitrión, y por supuesto una delegación de Perú en calidad de coloso gastronómico de la región.

En ese contexto, fue particularmente halagador que los organizadores decidieran invitar a Venezuela como país protagonista. A nuestra delegación (compuesta por una periodista, un productor y tres cocineros) le tocó dar dos clases de cocina, dos conferencias, participar en la rueda de prensa y, sobre todo, servir una cena para 135 personas. Con todos los permisos en regla, los venezolanos desembarcaron en tierras mineras con un impresionante cargamento de ají dulce, piñonate, manaca, lau-lau… entre muchos tesoros.
La cena se inició con un vuelve la vida presentado en frasco cerrado, con jugo de ají dulce y aire de galleta de soda, luego una ensalada de lau-lau con mayonesa de catara; para pasar a una pisca andina, con el huevo cocido mediante la nueva técnica de baja temperatura, y llegar al plato principal, báquiro con salsa de manaca y cremoso de yuca. Dos postres culminaron esta velada, en donde se sirvió un total de 810 platos: Bombón de piñonate con queso de cabra y confitura de merey paso; y un cremoso de chocolate, turrón y ron.

El menú se planifico para que fuese un paseo por nuestra costa, Bolívar, los Andes, Amazonas, Margarita y Caracas. ¡Un verdadero carrusel de lo que somos como cultura, desde la inmensidad de nuestro acervo gastronómico, sustentado en productos y recetario!, pero más allá del paseo gustativo por nuestra geografía desde su despensa y desde sus tradiciones, uno de los aspectos notables de la cena, fue el concepto que flotaba detrás de cada plato escogido. El primero se refería a la gastronomía urbana llevada a la mesa, el segundo la búsqueda del prestigio de productos que puedan popularizarse al exportarlos, el tercero la comida campesina llevada a la mesa, el cuarto el orgullo de usar nuestras carnes ancestrales desde la base de la sustentabilidad, el quinto el uso de recetas populares (en este caso el piñonate de San Juan, Isla de Margarita) como ingrediente de un plato de autor, y el último la rica cocina fusionada de los venezolanos (representada en el turrón) y nuestros dos grandes productos con denominación de origen, como son ron y cacao.

No es casual que no nombre a ninguno de los cinco integrantes de este equipo. Cuando estaban allá trabajando juntos, lo único que se oía era la palabra Venezuela. Lo hicieron bien. Muy bien. En los pasillos del evento se comentó. No habían nombres propios. Sólo voces concordantes que decían “la cena de Venezuela estuvo bien. Muy bien”.

En los últimos doce meses Venezuela ha tenido cocineros en Madrid Fusión, en Mistura, abriendo SlowFood o ganando el premio Gourmand al mejor libro de recetas, por nombrar cuatro citas que generan un impacto mediático grande. Tres colores, ocho estrellas, un nombre, que comienza a resonar exportando cultura. Comienza a recogerse el esfuerzo sostenido de muchos, y del apoyo de todos dependerá el éxito en esta construcción de nuestra marca país.
La sala en donde se sirvió la cena
Vuelve la vida con jugo de ají dulce
Ensalada de lau-Lau con mayonesa de catara
Pisca merideña
Báquiro con salsa de manaca y cremoso de yuca
Bombón de piñonate/queso de cabra, parchita y crema de merey paso
Sirviendo cremoso de turrón, chocolate y ron

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Waoooo Sumito, que rico se ve todo esto, gracias por compartirlo, saludos.

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