A Dumel. Mi más grande amor. NOTA: Este escrito fue ampliamente discutido entre Dumel, su Mamá y su Papá. Los tres acordamos que se publicara. Más allá de la intención confesional y de búsqueda de sensibilización ante un escenario complejo, publicarlo es una decisión muy meditada. I Cuando leí el comentario de Juan en su propio Facebook me asusté. Sentí un escalofrío que me impulsó a cerrar el programa. Al rato volví abrirlo, releí y lo desactivé como mi amigo de Facebook. No tanto por rabia hacia él, sino más bien con desazón. Juan es una persona bastante inteligente, alguien que aprecio. Aun así, ese día escribió “a esas mierdas habría que matarlas”. Una de esas “mierdas” es mi hija. Mi Dumel. Dumel fue bautizado Pablo hace 24 años. Ahora nos pide que no le digamos más Pablo. Nos pide que le digamos ella. Ha sido dificilísimo para su madre y para mí. Pero este escrito no es sobre mí. Yo, su orgulloso padre, yo el que la ama con absoluta parcialidad, yo que la a...
- Ahora que lo pienso, no recuerdo ningún plato de ese restaurante, en cambio de este y aquel otro recuerdo muchos platos. Quien dijo esa frase fue mi esposa y se refería a restaurantes en los que fuí chef, bien como empleado o los que he abierto junto a ella. Ella recordaba con mucha nostalgia platos que hice inclusive 25 años atrás. Era una conversación informal. De pareja. Estaba mi hija. Ella también recordaba platos, de los mismos restaurantes, algunos hechos cuando mi hija era apenas una niña. Descubrí que hay platos, menús, que son recordados. Y platos, conceptos completos, que son olvidados. ¿De qué dependerá? ¿En que acerté las veces que lo hice? ¿En qué fallé las veces que lo hice? No tengo una respuesta clara (aunque sí una intuición) y ahora que estoy por abrir un nuevo restaurante esta conversación de ayer me golpea como un rayo y me toca pensar mucho. Pero esa conversación, informal, de una pareja que está por tomar café en la mañana, me llevó a pensar en aquellos re...
PASTA CON CARAOTA: O COMO NOS HEMOS IDO PERDIENDO EN TRADUCCIÓN EN MEDIO DE NUESTROS COMPLEJOS. Hay un plato maravilloso del sur de Italia que se llama "pasta e fagioli neri" y seguramente si uno lo coloca en el menú de su restaurante la gente lo pida y, si lo supimos preparar bien, lo alabe. De esas pastas con porotos (caraotas como le decimos los venezolanos) nacidas de la pobreza en una Italia, que tantas alegrías gastronómicas nos ha dado, nacieron platos emblemáticos como los porotos con rienda chilenos o las caraotas con espaguetis y queso llanero rallado de Venezuela. Me detendré en el plato venezolano. Es un plato que negamos. Es un plato de pobre, de roto, de inculto. El delito de ese plato es no tener nombre italiano. Un plato de anécdotas que muestran nuestros complejos, como por ejemplo cuando en la década de los 50 del siglo XX nuestra primera miss mundo Susana Dujim le comentó cándidamente a un periodista venezolano, que la llamaba a Londres para felic...
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