LA COCINITA DE PAPÁ

José Baig es de oficio Papá Cocinero. Cocina con sus hijos y alrededor de esos tiempos ha construido su geografía comestible y afectiva. Acaba de publicar un libro con esas recetas y pueden ver detalles en el instagram, @lacocinita de papa y en su blog https://lacocinitadepapa.com/. Lo que anexo a continuación es el prólogo que hice para su libro:

VIEJITOS Y FELICES
Tener hijos implica trabajo. De hecho, mucho trabajo. Es cierto que muchos padres le rehúyen a ese esfuerzo, pero es igualmente cierto que la inmensa mayoría dedica la mayor parte de su tiempo a lograr que sus hijos salgan adelante.
Sabemos que alguna vez no estaremos para protegerlos, así que hacemos todo lo posible para prepararlos para la vida. Los educamos, los curamos, los abrigamos, les enseñamos que significa la luz roja del semáforo, a qué tenerle miedo o a ponerse la rodillera cuando patinan.
La victoria a todo ese compromiso es preciosa: queremos que nos sobrevivan. No estaremos cuando sean viejos. Viejos felices. Y nos hace feliz saber que no estaremos para ser testigos. Esa es una de las paradojas más bonitas de la vida.
Una de las formas más seguras de lograr ese milagro de vida que es una vejez feliz para nuestros hijos, es cocinar con ellos. Nadie llega a viejo si come mal. Curiosamente… se nos olvidó.
Pasar tiempo con ellos en la cocina es decirles que estamos para ellos más allá de la rutina y la obligación. Es enseñarles a comer variado. Es alejarlos de la comida de corporaciones cuyo fin no es justamente alimentar o sanar. Es conectarlos con su pasado y su cultura, hacerlos saber partícipes de una historia. Es iniciar la educación social porque la mesa es un campo formidable de entrenamiento social y de empatía. Es legarles la libertad infinita de alimentarse y no depender de ser alimentados. Es una clase cotidiana de economía porque pocas cosas enseñan más de ello que comprar comida.
El autor Michael Pollan en su libro “Cooked” afirma que que el tiempo promedio que pasa una familia en la cocina se ha reducido a 27 minutos por día. Cada vez que ganamos la batalla a esos 27 minutos y los convertimos en 28, en 29, en 30… ganamos minutos para escucharlos. Nadie cocina callado.
Este libro no es un recetario de cocina. Es una invitación. Una invitación a tener hijos viejitos y felices.

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