¿BIEN COMÚN O ENEMIGO COMÚN?
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Veníamos por la
autopista entre Valparaíso y Santiago de Chile cuando noté como los carros en
dirección contraria a la nuestra nos hacían cambio de luces. Asumí como es
lógico que nos estaban avisando de un desperfecto en el carro o en la vía. Quizás
un caucho desinflado. Quizás un choque que nos esperaba más adelante con su
atasco. Algo nos están avisando le comenté a mi hermana, y ella de lo más
divertida me explicó una costumbre chilena: Le avisan a todo el mundo que más
adelante está la policía chequeando con radar la velocidad. En un país en donde
el delito de exceso de velocidad se paga con un juicio y un tiempo importante
de confiscación de la licencia, semejante aviso se agradece.
Tiempo después de
esta anécdota me encontraba en un almuerzo y en la mesa estaba sentado Bernhard
Scholz, presidente de la Compañía de las Obras. Antes de continuar con esta
historia en donde Scholz es protagonista, permítanme resumir brevemente qué es
la Compañía de las Obras.
La Compañía de las
Obras nació a mediados de la década de los ochenta del siglo pasado bajo la luz
de la doctrina social de la iglesia católica buscando una concepción del
mercado y de sus reglas que comprenda y respete al ser humano como persona en
todos sus aspectos y dimensión. Hoy en día más de 30.000 empresas creen en los
valores de la CdO, buscando un intercambio permanente entre emprendedores para
estimular la creatividad individual, provocando una amistad operativa que
estimule la solidaridad e incentivando el voluntariado. Como asociación nació
en Italia bajo el nombre de La Compagnia
delle Opere y surgió por influencia del pensamiento del teólogo y sacerdote
Luigi Giussani, fundador del movimiento eclesial Comunión y Liberación. Personalmente
pienso que el nombre en español no le hace justicia porque en el fondo lo que
quiere significar es “quien acompaña a quienes obran”.
Bernhard Scholz es
su presidente y yo estaba sentado frente a él en un almuerzo.
Volvamos a la
historia de la autopista con mi hermana.
En la mesa se
hablaba con pasión sobre metodologías para catalizar valores solidarios y en
medio del fragor quise hacer un chiste para relajar, así que les dije que
estaba seguro que los chilenos eran solidarios entre sí porque eran capaces de
avisarle a un desconocido que se cuidara de la policía y le conté mi historia
divertida de autopista… risas.
Risas de todos menos
de Bernhard Scholz.
El presidente de la
Compagnia delle Opere me dijo: Eso es
asociarse alrededor del enemigo común y cuando desparece ese enemigo vuelve a
florecer el individualismo. Nosotros buscamos asociarnos alrededor del bien
común.
Una lección notable
la que recibí ese día y de las que más me han puesto a pensar. Es verdad,
muchas son las veces en que confundimos solidaridad con el hecho de unirse
porque temporalmente luchamos contra una amenaza. Sucede a los vecinos de un
edificio cuyo enemigo común es la construcción sin permiso que les tapará la
vista, pero que una vez que la ley paraliza la construcción vuelven a ser los
mismos solitarios que no le extienden la mano al vecino necesitado. Sucede
cuando una comunidad de inmigrantes se une porque la inmigración al estar
cargada de falta de certezas e incertidumbre es un enemigo común, pero que a
medida que sus miembros van logrando estabilidad económica y seguridad legal se
alejan sin importar más el futuro de quienes van llegando. Sucede muchas veces
en la guerra y muchas veces en las dictaduras. Todos unidos contra un enemigo
que asfixia, pero sin proyecto común para el momento en que se pueda respirar.
Una cosa es unirnos
solidariamente alrededor de una sequía y olvidar el nombre del vecino al volver
a tener cosecha, y otra cosa muy distinta es luchar contra el cambio climático
para que nuestro vecino siempre tenga cosecha.
El Papa Francisco
tiene una frase genial al respecto: “No confundamos bien-común con bien-estar”
y remata en otra homilía recordándonos que el bien común se busca desde
nuestras diferencias y nos invita a que ese bien común deje de ser una palabra
abstracta.
He pensado mucho en
Venezuela desde esa conversación. Es inevitable.
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Gracias!!!