306 TREN Y DESIERTO
Probablemente muchas de las cosas que escribiré aquí, serán misterios insondables si quien me lee tiene treinta años o menos; pero hubo una época en la que la vida cotidiana era menos agresiva con el medio ambiente, y eso fue apenas anteayer. Íbamos al supermercado a hacer lacompras y la misma la colocaban en enormes bolsas de papel marrón. Hoy el cálculo es que se producen 1 billón de bolsas plásticas comerciales en el mundo por año. Es decir 1 millón de millón, o un 1 seguido de 12 ceros (1 cada dos días por cada habitante de la tierra). Aquellos que van al supermercado con su bolsa de tela ecológicareutilizable son vitoreados como héroes. Hace treinta años no había que vitorear a nadie.
En los años 40 todas (insisto en que no son algunas, sino todas) las botellas eran de vidrio reutilizable o reciclable. La de leche y las de soda. Las de refresco y la de medicinas. Todas. La irrupción de la botella de plástico comercial se dio en los años 50 del siglo pasado, y se calcula que desde entonces la humanidad ha lanzado mil millones de toneladas (o un 1 seguido de doce ceros de kilos) de plástico sin reciclar. Se calcula que se necesitaran varios miles de años para que se degrade. Hoy en día quien inventa, usa o induce a usar, un plástico biodegradable (de impacto ínfimo ante el desastre ya causado) es alabado como un Dios. Hace cincuenta años no había necesidad de alabar a nadie.
Todavía hay casas (muchas) en las que funciona y es de uso cotidiano un teléfono de ruedita, un radio empotrado en un mueble o la vieja amasadora de pan. Mientras fue costosa, la tecnología doméstica se hizo para durar. Nadie había oído hablar del término obsolescencia programada (diseño de aparatos para que dejen de funcionar en un tiempo y así poder vender más) y cuando un aparato se nos dañaba, la primera medida que se nos cruzaba por la cabeza era repararlo. Vengo de una generación que sabía para que servían los carboncitos de la licuadora que se desgastaban. La misma que llevaba a reparar el televisor.Cincuenta años después, entre China y USA se producen 6 millones de toneladas anuales de Basura de Equipos Eléctricos y Electrónicos (WEEE por sus siglas en inglés) y se calcula que con la irrupción de la India la cifra aumentará 500% en la próxima década. Nunca en la historia una casa promedio había tenido tal número de baterías en casa, por ejemplo. A los que reciclan las baterías los vemos como todo un ejemplo, o a quienes se muerden la mano para no cambiar de celular cuando sale el modelo nuevo o reciclan los peligrosos bombillos ahorradores. Vemos a las naciones que tienen políticas de reciclajes como aquellas que están salvando la tierra, pero se nos olvida que hace cincuenta años ellos no estaban llenando la tierra de aquello que dicen reciclar. Nuestros abuelos no tenían impulsos de reciclaje de basura tecnológica, no por inconscientes sino porque simplemente no había nada para reciclar.
Croquetas, crema de vegetales, cascos de parchita (maracuyá) o albóndigas, son de los mejores platos que han inventado nuestras madres. Todos (y miles más) surgieron desde una premisa fundamental de las casas en las que nos criamos, como era jamás botar comida. Pensaba en eso cuando recientemente una empleada a la que le estaba ofreciendo la comida que cada día comemos en la mesa los del personal (la comida de la familia, se llama en el argot de las cocinas), me dijo “Yo no como recalentado”. Su respuesta es cada vez más usual. De hecho platos como los descritos desparecieron de los restaurantes ante la renuencia de los clientes a comersobras. Hoy a quien come reciclaje de nevera casi lo consideran hippie ¡Y hasta cursos new age hay para enseñar a conservar la tierra comiendo recalentado! Hace 20 años era lo normal. Hace 20 años no se botaba un tercio de toda la comida, como dicen los cálculos actuales.
Es cierto que el crecimiento poblacional de humanos en la tierra se volvió exponencial en la última centuria. Para que se hagan una idea, en 1800 éramos 1000 millones, para 1950 ya nos apretujábamos unos 2500 millones; y el 30 de octubre de 2011 a las 23:58 hora de Manila, nacía Danica-Mae Camacho, a quien le correspondió el dudoso honor de ser la habitante número 7 mil millones de la tierra. Ha sido tan violento que era predecible que se generaran distorsiones, pero ello no justifica la manera irracional de nuestro desboque de los últimos cincuenta años. De seguir así este tren imparable, no nos iremos por un despeñadero como predicen los agoreros, simplemente chocaremos de frente contra un desierto.
Es importante regresar a dos valores que eran naturaleshasta hace cincuenta años: Ser menos consumista y reparar. Si a eso le sumamos ganas de reciclar, será mucho lo que logremos como colectivo.
En los años 40 todas (insisto en que no son algunas, sino todas) las botellas eran de vidrio reutilizable o reciclable. La de leche y las de soda. Las de refresco y la de medicinas. Todas. La irrupción de la botella de plástico comercial se dio en los años 50 del siglo pasado, y se calcula que desde entonces la humanidad ha lanzado mil millones de toneladas (o un 1 seguido de doce ceros de kilos) de plástico sin reciclar. Se calcula que se necesitaran varios miles de años para que se degrade. Hoy en día quien inventa, usa o induce a usar, un plástico biodegradable (de impacto ínfimo ante el desastre ya causado) es alabado como un Dios. Hace cincuenta años no había necesidad de alabar a nadie.
Todavía hay casas (muchas) en las que funciona y es de uso cotidiano un teléfono de ruedita, un radio empotrado en un mueble o la vieja amasadora de pan. Mientras fue costosa, la tecnología doméstica se hizo para durar. Nadie había oído hablar del término obsolescencia programada (diseño de aparatos para que dejen de funcionar en un tiempo y así poder vender más) y cuando un aparato se nos dañaba, la primera medida que se nos cruzaba por la cabeza era repararlo. Vengo de una generación que sabía para que servían los carboncitos de la licuadora que se desgastaban. La misma que llevaba a reparar el televisor.Cincuenta años después, entre China y USA se producen 6 millones de toneladas anuales de Basura de Equipos Eléctricos y Electrónicos (WEEE por sus siglas en inglés) y se calcula que con la irrupción de la India la cifra aumentará 500% en la próxima década. Nunca en la historia una casa promedio había tenido tal número de baterías en casa, por ejemplo. A los que reciclan las baterías los vemos como todo un ejemplo, o a quienes se muerden la mano para no cambiar de celular cuando sale el modelo nuevo o reciclan los peligrosos bombillos ahorradores. Vemos a las naciones que tienen políticas de reciclajes como aquellas que están salvando la tierra, pero se nos olvida que hace cincuenta años ellos no estaban llenando la tierra de aquello que dicen reciclar. Nuestros abuelos no tenían impulsos de reciclaje de basura tecnológica, no por inconscientes sino porque simplemente no había nada para reciclar.
Croquetas, crema de vegetales, cascos de parchita (maracuyá) o albóndigas, son de los mejores platos que han inventado nuestras madres. Todos (y miles más) surgieron desde una premisa fundamental de las casas en las que nos criamos, como era jamás botar comida. Pensaba en eso cuando recientemente una empleada a la que le estaba ofreciendo la comida que cada día comemos en la mesa los del personal (la comida de la familia, se llama en el argot de las cocinas), me dijo “Yo no como recalentado”. Su respuesta es cada vez más usual. De hecho platos como los descritos desparecieron de los restaurantes ante la renuencia de los clientes a comersobras. Hoy a quien come reciclaje de nevera casi lo consideran hippie ¡Y hasta cursos new age hay para enseñar a conservar la tierra comiendo recalentado! Hace 20 años era lo normal. Hace 20 años no se botaba un tercio de toda la comida, como dicen los cálculos actuales.
Es cierto que el crecimiento poblacional de humanos en la tierra se volvió exponencial en la última centuria. Para que se hagan una idea, en 1800 éramos 1000 millones, para 1950 ya nos apretujábamos unos 2500 millones; y el 30 de octubre de 2011 a las 23:58 hora de Manila, nacía Danica-Mae Camacho, a quien le correspondió el dudoso honor de ser la habitante número 7 mil millones de la tierra. Ha sido tan violento que era predecible que se generaran distorsiones, pero ello no justifica la manera irracional de nuestro desboque de los últimos cincuenta años. De seguir así este tren imparable, no nos iremos por un despeñadero como predicen los agoreros, simplemente chocaremos de frente contra un desierto.
Es importante regresar a dos valores que eran naturaleshasta hace cincuenta años: Ser menos consumista y reparar. Si a eso le sumamos ganas de reciclar, será mucho lo que logremos como colectivo.
Comentarios
Hay un universo epicureo y hedonista alrededor de "la comida no se bota".
El patchwork, el kilting, el fieltro son equivalentes textiles. Y cuantas bellezas!
Incluso el David de Miguel Angel, se hizo con una pieza de mármol que dejaron por imposible
Por que no hemos sido capaces de ser igualmente creativos y exquisitos con nuestras "sobras electrónicas"?