380 ESA TONTERIA LLAMADA ETIQUETA EN LA MESA
¿Por qué te regresaste a Venezuela? Esa es la pregunta que le
hice al chef Edgar Leal y a su esposa cuando
tomaron la decisión de dejar los muchos años vividos en los Estados Unidos, su
restaurante, su pasaporte norteamericano ganado a pulso; y se vinieron con sus
dos niños pequeños que hablaban un español extranjero, y para quienes Venezuela
era el país de sus abuelos. La respuesta del conocido chef es una de las más
inesperadas que he recibido, pero vista desde la distancia que da haberla
decantado, es también de una lógica paternal implacable.
Contaba Edgar que en su restaurante de Miami tenía tres
clases de trabajadores: aquellos nacidos en los Estados Unidos de padres
también norteamericanos, aquellos nacidos en los Estados Unidos pero hijos de
padres inmigrantes; y finalmente aquellos que habían nacido en Latinoamérica y
habían decidido emigrar. Era política de su restaurante que antes de abrir las
puertas al público, se sentaran todos en una mesa común a almorzar. Y
justamente en esas jornadas de almuerzo comenzaron sus angustias. Notó que
muchos de los nacidos en Estados Unidos (hijos de norteamericanos o de
inmigrantes) tenían pésimos hábitos de etiqueta en la mesa; y continuando con
el inevitable acto de generalizar cuando se trata de documentar un punto, notó
también que era raro ver un inmigrante latino que no supiera agarrar bien los
cubiertos.
Lo que inicialmente no eras más que una anotación al margen
de su libro de anécdotas, producto de su reflexiva forma de encarar la vida, poco
a poco, a fuerza de repetición diaria, fue pasando a ser un acertijo que quería
resolver… y resolvió.
“Aquí para los niños hay los parques más hermosos que puedas
imaginar Sumito. Pero son parques llenos de niños solos, sus padres están
trabajando. Es cierto que tengo calidad de vida, pero mantener este estatus en
este país implica que hay que trabajar muy duro. Un día vi a mis dos niños
pequeños y entendí que jamás me sentaría en casa a comer con ellos. Que serían
otro par de niños solos de la modernidad. Que criaría dos niños incapaces de
entender la importancia de agarrar correctamente un cuchillo. Y aquí estoy
Sumito, de vuelta a Venezuela, en un país en donde mis hijos se sientan a la
mesa con sus padres”.
Leído tangencialmente podría parecer frívolo afirmar que
saber agarrar bien o no un cuchillo, o decir buen provecho al sentarse, pueda
ser tan definitorio como para tomar una decisión tan trascendental como es
quemar las naves; pero pensemos por un momento en algunas características
relativamente universales que nos gustaría para nuestros hijos: queremos que
nuestros hijos no sean egoístas y aprendan a compartir, queremos que aprendan a
escuchar a otros sin interrumpir, queremos que aprendan a esperar sus momentos,
queremos que acepten las diferencias y que sepan argumentar sin ofender.
Queremos que aprendan a comer sano, queremos que amen a su país y su cultura,
queremos que nos cuenten cosas y que sean nuestros amigos, queremos que se
involucren con la economía familiar, queremos que entiendan que vienen de una
herencia familiar que luchó y que una herencia de ejemplos dejarán, queremos
que respeten a otras culturas, queremos que cuando seamos viejos nos quieran
acompañar y no nos dejen solos, queremos que estando en la cocina entiendan que
todos estamos conectados en este planeta. Queremos que mejoren lo que hay.
¡Que un adulto sepa agarrar correctamente un cuchillo
significa que alguna vez, en una mesa, unos padres hablaron de estas cosas
durante muchas jornadas en su niñez!
Los actos de etiqueta han sido atacados en tiempos en los que
las formas son acusadas de burguesas y la muchachada comienza a creer que no
seguirlos es emancipación. Pero la etiqueta, ese entramado sutil de códigos de
conducta, no es más que un compendio de códigos culturales que nos vuelven gregarios
alrededor de la mesa. Una mesa en donde aprendemos los valores que nos definen
como sociedad (ver mis artículos 27
minutos y Por
nuestros niños), una mesa en donde entendemos que estamos en el mundo para
ser acompañados y para acompañar.
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