270 (LA INDIA)

LA INDIA

Es fascinante ver como toman el fino, y a veces muy colorido, trozo de tela y son capaces de anudarlo a velocidad notable. Con ver la forma del doblez puede inferirse si se trata de una ocasión elegante, si quien lo viste pertenece a otra generación e inclusive, hasta por la forma de amarrarlo puede el ojo entrenado establecer la clase social de la persona ¡Tal es la complicación de sus códigos!

Viajar por el país puede ser un carrusel que nos enfrenta a costumbres religiosas únicas que, por desconocidas, a ratos se nos presentan hasta supersticiosas. No es extraño que hablen con naturalidad sobre pequeños niños capaces de volar o que en épocas del año quemen papeles con deseos a la espera de que los dioses les respondan con augurios. Habiendo varias religiones, en cada una podemos encontrarnos con sub grupos que se visten diferente ¡No intente entenderlo! Para decepción mía, confieso, pocos son los que saben el significado de sus nombres, aunque entiendo que todos tienen un significado espiritual de origen religioso.

Le invito a leer de nuevo los dos primeros párrafos de este artículo referidos a la manera como en Venezuela vemos a las corbatas, los querubines, al espíritu de la navidad y lo complicado que es entender las sutilezas de costumbres que hay en las decenas de sub grupos que se arropan bajo el término cristianismo. Exactamente así nos describiría alguien de la India en caso de venir a visitarnos. Nos describiría así, porque eso somos. Pero no lo hacen y en ello nos llevan una ventaja descomunal. No pretenden entendernos ni buscar en nosotros códigos civilizados.

Por el contrario, cada vez que los occidentales visitamos a la India, nos empecinamos en tratar de entenderlos, en pregúntales que significan sus nombres, en buscar espiritualidad en la vida cotidiana de parejas que trabajan y mandan hijos al colegio. Termina sucediéndonos como el viejo chiste del que le pregunta al bombero el porque de su cinturón rojo y este con naturalidad responde: "pues para que no se me caigan los pantalones".

Salvo que estemos inmersos en la tranquilidad de códigos que es un tour, un viaje a la India nunca es fácil. Sencillamente no existe ni una sola cosa que podamos reconocer. No me refiero a cosas básicas como idioma, manejar por la izquierda o sabores de la comida. Me refiero a lo que es correcto y a lo que no lo es. A lo que da risa y a lo que insulta. Nos asquea ver como la gente come con la mano, pero no nos detenemos a pensar que tocar comida de otro con nuestoa cubiertos ensalivados es casi de las peores cosas que puede concebir alguien de la India... Tal como hacemos nosotros cuando a un amigo le decimos que nos de a probar de su plato. En occidente nos hemos desacostumbrado a ser juzgados porque oriente no tiene en su código genético juzgar, pero somos realmente buenos para juzgar y preguntar "¿porque?" cuando las cosas no son como deberian ser. Es tal nuestra necesidad de que las cosas sean a nuestra manera que necesitamos desesperados tirar un cable a tierra que nos occidentalice. Hasta la marca comercial transnacional, transparente a nuestros ojos en nuestros centros comerciales, cobra inusitada fuerza y nos aferramos a ella como si su presencia nos amarrara a las cosas correctas.

Todos estamos inmersos en millones de códigos que constituyen eso que llamamos cotidiano y que nos mantiene no solo atados a tierra, sino que nos da sentido de pertenencia. La forma en que nos saludamos, la disposición de la publicidad, los códigos de conducta al manejar, las formas físicas del afecto, aquello que hemos considerado de buena educación. Millones y millones de pequeños detalles que hemos entramado en un panal infinito que nos da seguridad. Cada uno de esos códigos es el instrumento de una orquestra y el conjunto, la sinfonía que suena a nuestro alrededor las 24 horas del día. Venir a la India es enfrentarse también a una orquestra, solo que esta posee todos los instrumentos diferentes y afinados con otras escalas. Cuando suenan a la vez no reconocemos la melodia y sentimos que nos han lanzado contra el ruido mas descomunal posible. Semejante bullicio en medio de un lugar en donde tampoco podemos comunicarnos porque el idioma no tiene nada común, hace que solo nos quede un único espacio que suene reconocible: nuestro interior, nuestros pensamientos. Un interior que en nuestros propios países no habíamos tenido tiempo de escuchar y que acá se nos convierte en materia obligatoria de una tarea pendiente y que nos siempre es agradable oír.

Muy por encima de su infinita cultura, de las cosas que mas admiro de la gente de la India es que cuando viajo a su pais jamás me preguntan porque soy como soy. En el país en donde jamás podria vivir porque nada me resulta cómodo, es en donde me siento libre. Aquí aprendo que todo el mundo nace, ama y muere. Juzgar pierde sentido.

Campos de Preetnagar Nagar (Norte de la India), Enero 2012

Comentarios

nity ha dicho que…
genial!!! acabo de llegar de india, que maravilla de viaje!!! te invito a que veas las fotos, si quieres decorar tus restaurants en caracas o en cualquier otro sitio avisame! :D te quiero mucho y te admiro!
Yvelys Martucci ha dicho que…
Gracias! Adoro tu manera de escribir y describir olores,sabores,texturas.
Gracias soy profesora de literatura y tus columnas (ahora en el Diario de un Chef acompañan mis clases)Gracias!

Entradas populares de este blog

¿Y TÚ MIGRASTE PARA TERMINAR LAVANDO POCETAS?

LAS MADRES DE LA DIÁSPORA VENEZOLANA TIENEN UN PASADO

DEFENSA DE LA HALLACA