392 ¿Y SI EL CACAO DE VENEZUELA DEJA DE SER EL MEJOR DEL MUNDO?
Los alumnos de una escuela de cocina que dirijo tienen que
presentar una prueba final, a modo de tesis, en donde recrean el concepto
completo de un restaurante. Desde el logotipo hasta el estilo de servicio.
Desde el precio del menú hasta el manual que describe como hacer los platos. En
una ocasión, un grupo decidió homenajear al Perú, y ya finalizando lo que había
sido una propuesta excepcional con invitados peruanos, le ofrecieron al jurado
un poco de pisco, el gran destilado de uva emblema del país. La botella en
cuestión tenía la forma de uno de los monolitos Moái de la isla de Pascua.
Un pisco chileno en un examen de cocina peruana era como
colocar dinamita encendida en un polvorín y la discusión no se hizo esperar. La
anécdota, que no llegó a mayores gracias a un jurado benigno, es el mejor
resumen de una agria pelea que tiene enfrentados en tribunales a peruanos y
chilenos. Ambos países desean que se reconozca la bebida como de origen histórico
propio. Ambos países tienen ciudades con ese nombre. Ambos países han
convertido a cocteles con pisco en verdaderos emblemas nacionales. Ambos países
saben que el primero que logre proteger internacionalmente el nombre pisco como
una denominación, obligará al otro a llamar a su bebida destilado de uvas en el mejor de los caso, restándole un negocio
millonario.
Ceviche peruano, tequeño
venezolano, curry de la India, hummus libanés… o habría que escribir: ceviche
¿peruano?, tequeño ¿venezolano?, curry ¿de la India?, hummus ¿libanés?
La duda es válida si entendemos que el ceviche es un plato
muy importante en la cocina ecuatoriana, en Perú existe una masa rellena
(parecida a los dim sum chinos) llamada tequeño, quien desea aprender a cocinar
tailandés acopia la palabra curry como parte de un nuevo vocabulario culinario,
y a un sirio no habría manera de convencerlo que el hummus no es un invento de
su país.
Existen miles de platos que les pertenecen afectivamente a
más de una nación. Tanto derecho tiene un ecuatoriano como un peruano de
considerar al ceviche como propio. Tanto derecho tiene un venezolano como un
peruano de sentir al tequeño como propio. En esos casos gana quien aprenda a
decirlo con más frecuencia.
Ha sido tan coordinada y eficiente la política de estado del
Perú a la hora de promocionar el ceviche como bandera gastronómica que ya hoy
en día todo el mundo lo asocia únicamente a ese país, y ya no tendría mucho
sentido que el Ecuador se empecine en posicionarlo a nivel internacional como
plato emblema. Tan simple como que quien vocifera más fuerte, gana la batalla
de la autoría.
Si hay un aspecto en donde el estado debe asumir como
política la promoción de sus valores, es este. Pongo un ejemplo:
Soy venezolano. Nos han amamantado diciéndonos, con objetiva
razón, que poseemos el mejor cacao de la tierra. No conozco un venezolano que
no lo afirme con orgullo: tenemos el mejor cacao del mundo. Todo chocolate en
el mundo hecho con cacao Chuao lo dice en la etiqueta como prueba de calidad, y
ese nombre permite venderlo más caro.
A 1750 kilómetros en línea recta desde nuestra capital,
Caracas, se encuentra Quito, capital del Ecuador. He visitado anualmente a
Ecuador en la última década y he podido ser testigo de la evolución de la
agresiva campaña oficial en el país hermano para convencer a su población de
que son garantes del mejor cacao del
mundo. Afiches en los mercados, comentarios de entes públicos, festivales,
catas, regalos oficiales ¡todo un batallón al servicio de la campaña que a la
vuelta de diez años logró su cometido de convencimiento colectivo! Una vez en
un congreso en Guayaquil dije que los venezolanos teníamos el mejor cacao del
mundo y fui pitado jocosamente por el público ecuatoriano asistente. Así de
convencidas están las nuevas generaciones.
Los venezolanos tenemos un gran cacao, pero nos hemos dormido
en los laureles y hemos dejado de decirlo y decírnoslo. Si en un caso así, el
estado venezolano deja que le ganen la carrera de la opinión pública, las
pérdidas monetarias serían inmensas y el daño cultural inconmensurable.
Cuando uno sabe que tiene un producto o receta excepcional,
uno que es parte de lo que nos define como nación, uno que es parte del fardo
de nuestras jactancias, uno que nos daría un dolor enorme perder; toca no
olvidarlo. Celebrar y vociferar es una forma de marcar territorio. Una forma de
derecho de autor.
Comentarios
Yo pienso que una gran cantidad de venezolanos está consciente del maravilloso regalo de comer chocolate venezolano, uno de los mejores del mundo, sino el mejor. Como estamos hoy día, darle valor a lo nuestro debería ser una de las motivaciones principales de cada venezolano, dentro y fuera del país.