DÍAS DE AREPA
Los imagino. Chiquititos ellos. Inquietos a más no poder. Los imagino en su primera semana de clases. Imagino, que cada uno de varios días, estará dedicado exclusivamente a enseñarles como hacer arepas. Imagino sus miradas concentradas tratando de emular la perfecta redondez que sale de las manos expertas de la cocinera. Imagino que al terminar la jornada, como polizones, habrán entrado en sus cabecitas curiosas, conceptos que apenas soñé en mi adultez. En ese salón de clases habrán niños de diferentes partes del país. Todos gritarán ¡siiii! cuando la cocinera les pregunte si saben lo que es una arepa; y con ella vendrá escondida, como polizón, la consciencia más pura de pertenencia, encubierta en la frase: “Venezolanos somos los que comemos arepa”. Al otro día, entrará un maestro y les enseñará que ese polvo mágico que se trastoca en plastilina al contacto con el agua, en realidad es polvo de maíz. Y con pilón en mano jugarán todos en medio del griterío de los ¡Yo primero! a volver po...