EN DEFENSA DEL FUEGO
Libre corrías por lava volcánica y rayos celestiales, esparciendo temor con tu calor. Pero libre no habrías de ser siempre. Te dejaste seducir por ese embaucador de dioses llamado Prometeo ¡Bien caro que pago el pobre hombre el acto domesticador. De no haber sido por Heracles aun resonarían sus alaridos! Pero valía la pena correr el riesgo, flama que consumes. Te fuimos domesticando. Silex contra silex, madera blanda contra madera dura, lupa, yesquero, cerillo, bomba atómica. Golpe a golpe nos fuiste perteneciendo y generoso nos entregaste tus tres primeros secretos: defensa, calor y luz. Seguridad, vida y eternidad. Clan, solaz y prolongación. Cauterización. De tanto defenderte para evitar tu extinción (y con ella nuestro ocaso), entendimos que nos pertenecías y que en nuestras manos estaba hacer que aparecieras a nuestro antojo. Guijarros inservibles como la papa o el maíz pasaron a ser comestibles por el solo hecho de acercarse a tu presencia. Papa blanda, maíz que explota ¡Eras, ...