320 ALCOHOL, CIGARRILLO, COMIDA CHATARRA
Alcohol, cigarrillo y comida chatarra. Rubros que poseen cinco cosas en común: Su expendio es legal, salvo excepciones religiosas. Su consumo es visto con normalidad, salvo algunos horarios o espacios. Los tres, en exceso, son muy dañinos para la salud. Los tres entre sus usuarios cuentan con adictos, porque los tres causan adicción una vez que se cruza la línea del consumo moderado; y los tres producen inusitadas ganancias. Pronto tendrán un sexto elemento para compartir. La comida chatarra será pechada con impuestos severos y limitaciones de publicidad, y con ello se unirá al club de sus dos poco sanos hermanos.
Plantear un impuesto especial para aquellos productos de venta legal, que fumados, comidos o bebidos en exceso pueden comprometer la vida de una persona, no es un enfoque nuevo. Inicialmente se diseñaron para disuadir, haciendo que doliera el bolsillo. Se pensaba fundamentalmente en aquellas personas que aun no habían caído en las garras de la adicción; pero con el tiempo se ha visto que como medida disuasoria es bastante inefectiva, ya que quien posee una adicción no puede tomar decisiones objetivas y quien está por probar, tarde o temprano lo hará. Hoy el enfoque detrás del aspecto impositivo posee un componente más pragmático: ya que el estado debe cargar con los costos de cuidar y curar a las personas que se enferman por el consumo excesivo de alcohol, tabaco y comida chatarra, que sean esas mismas personas las que, con el pago de impuestos, financien a futuro la cura de sus enfermedades.
Antes de continuar es importante establecer diferencia entre comida rápida y comida chatarra, términos que muy injustamente se usan como sinónimos. La comida rápida es, tal como suena, aquella que por su formato y tiempo de cocción puede comerse en muy poco tiempo. Evidentemente es mucho más rápido hacer, servir y comer una arepa rellena de aguacate y pollo; que hacerlo con una lengua en salsa con arroz onotado, por nombrar dos platos completos y alimenticios de nuestra cocina tradicional. Personalmente defiendo a la comida rápida (tacos mexicanos, ceviches peruanos, arepas venezolanas, pupusas salvadoreñas, etc.), y la considero una herramienta excelente para preservar y, sobre todo, promocionar nuestras tradiciones gastronómicas. Por otra parte, lo que se conoce como comida chatarra (o con el término más fuerte de comida basura) es aquella que contiene altos niveles de grasa, sal, aditamentos químicos y azúcar; al punto que su ingesta, inclusive moderada, puede hacer que consumamos cantidades diarias muy superiores a las que recomiendan los órganos de salud. Lo que es peor, está probado que acostumbrarse a comer diariamente altas cantidades de grasa, azúcar o sal, produce adicción.
Azúcar, grasa y sal per se no son malas (de hecho son fundamentales para la vida), lo que es mortal es su consumo excesivo. De allí que diseñar platos para la venta que los tengan en exceso o incitar a su consumo excesivo, es un problema claro de salud pública en el que el estado debe intervenir. Se trata de una pelea dura que recientemente ocupó titulares de la prensa internacional dada la intención de Michael R. Bloomberg, alcalde de la ciudad de Nueva York (USA), de prohibir el expendio de gaseosas con más de 16 onzas (473 ml). Lamentablemente un juez le dio la razón a los vendedores de gaseosas y paró la ley. Para que se hagan una idea, es normal ver en los cines vasos de 32 onzas (casi un litro) llenos de gaseosa, ¡lo que equivale a la barbaridad de 1/2 taza grande de azúcar!
La industria de comida chatarra se desbocó. Pudieron quedarse con el cargo de consciencia de haber decidido vender algo que obviamente no es alimenticio, pero fueron más allá. Incitaron al público, especialmente a los niños, a consumirlas en cantidades peligrosas e hicieron algo realmente perverso, al usar personajes infantiles de la televisión, es decir los héroes de los más pequeños, como vehículos de promoción. A partir de ese momento su regulación dejó de ser un tema de coartar el derecho a la libre empresa o de derecho del cliente a escoger, y pasó a ser un tema de salud pública.
La Organización Mundial de la Salud ya hizo una alerta importante respecto a la publicidad infantil y actualmente 16 países de Europa cuentan con marcos regulatorios para la emisión de publicidad infantil de alimentos. Suecia, por ejemplo posee una prohibición absoluta. Otros están experimentando en el aspecto impositivo, como es el caso de Hungría que acaba de aplicar un impuesto a formatos excesivos en tamaño de chucherías.
No son medidas fáciles de tomar porque no es fácil definir que es alimenticio y que es chatarra. De allí que el enfoque actual de preguntarle a los médicos por cantidades máximas recomendadas de sal, azúcar y grasa, para luego estudiar los tamaños de vasos y bolsas, es un buen comienzo. Permitimos algo que nunca debió pasar, toca recoger el entuerto.
Plantear un impuesto especial para aquellos productos de venta legal, que fumados, comidos o bebidos en exceso pueden comprometer la vida de una persona, no es un enfoque nuevo. Inicialmente se diseñaron para disuadir, haciendo que doliera el bolsillo. Se pensaba fundamentalmente en aquellas personas que aun no habían caído en las garras de la adicción; pero con el tiempo se ha visto que como medida disuasoria es bastante inefectiva, ya que quien posee una adicción no puede tomar decisiones objetivas y quien está por probar, tarde o temprano lo hará. Hoy el enfoque detrás del aspecto impositivo posee un componente más pragmático: ya que el estado debe cargar con los costos de cuidar y curar a las personas que se enferman por el consumo excesivo de alcohol, tabaco y comida chatarra, que sean esas mismas personas las que, con el pago de impuestos, financien a futuro la cura de sus enfermedades.
Antes de continuar es importante establecer diferencia entre comida rápida y comida chatarra, términos que muy injustamente se usan como sinónimos. La comida rápida es, tal como suena, aquella que por su formato y tiempo de cocción puede comerse en muy poco tiempo. Evidentemente es mucho más rápido hacer, servir y comer una arepa rellena de aguacate y pollo; que hacerlo con una lengua en salsa con arroz onotado, por nombrar dos platos completos y alimenticios de nuestra cocina tradicional. Personalmente defiendo a la comida rápida (tacos mexicanos, ceviches peruanos, arepas venezolanas, pupusas salvadoreñas, etc.), y la considero una herramienta excelente para preservar y, sobre todo, promocionar nuestras tradiciones gastronómicas. Por otra parte, lo que se conoce como comida chatarra (o con el término más fuerte de comida basura) es aquella que contiene altos niveles de grasa, sal, aditamentos químicos y azúcar; al punto que su ingesta, inclusive moderada, puede hacer que consumamos cantidades diarias muy superiores a las que recomiendan los órganos de salud. Lo que es peor, está probado que acostumbrarse a comer diariamente altas cantidades de grasa, azúcar o sal, produce adicción.
Azúcar, grasa y sal per se no son malas (de hecho son fundamentales para la vida), lo que es mortal es su consumo excesivo. De allí que diseñar platos para la venta que los tengan en exceso o incitar a su consumo excesivo, es un problema claro de salud pública en el que el estado debe intervenir. Se trata de una pelea dura que recientemente ocupó titulares de la prensa internacional dada la intención de Michael R. Bloomberg, alcalde de la ciudad de Nueva York (USA), de prohibir el expendio de gaseosas con más de 16 onzas (473 ml). Lamentablemente un juez le dio la razón a los vendedores de gaseosas y paró la ley. Para que se hagan una idea, es normal ver en los cines vasos de 32 onzas (casi un litro) llenos de gaseosa, ¡lo que equivale a la barbaridad de 1/2 taza grande de azúcar!
La industria de comida chatarra se desbocó. Pudieron quedarse con el cargo de consciencia de haber decidido vender algo que obviamente no es alimenticio, pero fueron más allá. Incitaron al público, especialmente a los niños, a consumirlas en cantidades peligrosas e hicieron algo realmente perverso, al usar personajes infantiles de la televisión, es decir los héroes de los más pequeños, como vehículos de promoción. A partir de ese momento su regulación dejó de ser un tema de coartar el derecho a la libre empresa o de derecho del cliente a escoger, y pasó a ser un tema de salud pública.
La Organización Mundial de la Salud ya hizo una alerta importante respecto a la publicidad infantil y actualmente 16 países de Europa cuentan con marcos regulatorios para la emisión de publicidad infantil de alimentos. Suecia, por ejemplo posee una prohibición absoluta. Otros están experimentando en el aspecto impositivo, como es el caso de Hungría que acaba de aplicar un impuesto a formatos excesivos en tamaño de chucherías.
No son medidas fáciles de tomar porque no es fácil definir que es alimenticio y que es chatarra. De allí que el enfoque actual de preguntarle a los médicos por cantidades máximas recomendadas de sal, azúcar y grasa, para luego estudiar los tamaños de vasos y bolsas, es un buen comienzo. Permitimos algo que nunca debió pasar, toca recoger el entuerto.
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