SAN DE SUEÑOS

Cuando las personas decidimos vivir de una profesión, asumimos comulgar con un complejo andamiaje de códigos que rigen las relaciones y el comportamiento con quienes habrán de ser nuestros pares, en un proceso que apunta hacia la búsqueda de las leyes que nos permiten mimetizarnos, hasta lograr el paseo de bajada en la curva de aprendizaje de las relaciones humanas. No es diferente si de cocina y empleados de restaurante se trata.

Llegado desde los Andes futbolísticos, me toco entender rápidamente que mi futuro en la cocina dependía de una decisión crucial: Leones o Magallanes. Tardé igualmente mucho tiempo en reírme con sinceridad de las bromas internas, aprendí que en esta ciudad decirle mamita a alguien no denotaba cariño, aprehendí el significado confuso de la palabra abollado… sobre todo, descubrí que el único instante en el que los mesoneros y los cocineros lograban ponerse de acuerdo, era en el momento de acordar el sorteo y las reglas del San: ¡Toda una novedad!

No he estado en un sólo restaurante en el que el método de ahorro llamado San no sea norma entre los empleados. Se trata de un sistema en el que el grupo que acepta participar, fija un monto quincenal que luego cada miembro aportará mediante contribución en efectivo a entregar, sumada, cada quince días a quien le corresponde el número de ese día, y por lo tanto la felicidad de contar con una cantidad importante para lo que a bien desee disponer. Por ejemplo, si diez deciden aportar 100 Bs.F, cada quincena habrá alguien que reciba 1000 Bs.F (900 de sus compañeros y los 100 que le correspondía entregar ese día) y mediante sorteo se decide en que quincena le corresponde a cada uno de los miembros de este particular club, recibir el pote. Obviamente a quien le corresponde de último, ejecuta un ejercicio importante de solidaridad. Siempre me gustó mucho participar en esta forma de ahorro, porque al hacerlo me hacía partícipe de los sueños individuales de cada uno de mis compañeros. Unos querían el dinero para la graduación de un hijo, otros para comprar una computadora y seguramente muchos para salir de deudas. Con cada historia y con cada cuota apartada, me parecía ser parte también de esas graduaciones o de esas compras. Literalmente, mientras duraba nuestro San, éramos una familia que solidariamente establecía una escala de prioridades y en función de ella, decidía colectivamente quien cobraba primero y quien último.

RIF: J-29767855-7

Hace poco más de un mes, un grupo importante (en número) de cocineros decidió unirse alrededor de una asociación civil sin fines de lucro, que bautizaron con el nombre de Venezuela Gastronómica, AC. Como en casi todo acto fundacional, los objetivos no estaban claros, salvo por la certeza que tenían como colectivo de que su amistad de vieja data, las solidaridades del pasado y sobre todo las ganas de hacer algo, eran gasolina suficiente para iniciar la comuna. Seguramente discutieron sus misiones y visiones, intentaron dilucidar si su función iba a ser de corte gremial buscando una protección inexistente o quizás una función filantrópica. En cada una de esas reuniones inaugurales cada miembro expuso su visión y con ella iban como polizones los sueños y las frustraciones de lo que no se ha logrado hacer. Unos soñaban con un congreso de cocineros latinoamericanos organizado por cocineros, otros traían libros de cocina de otros países y se preguntándose si alguna vez lograríamos plasmar los que está pasando en el nuestro, otros pensaban en bibliotecas y es muy probable que alguien haya planteado eventos con fines de lucro para así lograr para otros las becas que nunca consiguieron ni él ni sus compañeros. Pasados los días entendieron que sobre la mesa estaba una espectacular cantera de sueños y así quedó reflejado en el artículo 2 del registro, que textualmente especifica: “El objetivo fundamental de la asociación es el desarrollo, promoción y difusión de la identidad culinaria venezolana”… con el RIF, llegaría el documento legal de graduación y por lo tanto el inicio del camino de los proyectos.

Nadie puede escapar a su naturaleza. A temprana edad aprendieron los de este grupo que el San era la manera de lograr cosas y de comulgar con los compañeros y de manera soterrada lo trasladaron a su cotidiano. Un día se reunieron, escogieron el sueño de uno de los miembros y se abocaron como grupo a lograrlo. Cuando terminen con ese libro, habrá llegado una nueva quincena y con ella un nuevo sueño que conquistar… gracias a este San de sueños. Una mañana comenzaron a colectivizar los sueños individuales.

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