Agua que no has de beber
II
Mientras los vientos fuertes se llamaron tifones, la prensa occidental habló de las calamidades de nuestros hermanos asiáticos. Mientras los efectos del cambio climático sigan azotando a las empobrecidas planicies africanas, nuestra psiquis seguirá lavándose las manos con la palabra tragedia. Cada vez que nos enteramos de una de las 1100 millones de personas que no poseen acceso diario a agua potable o cada vez que entendemos que cada 17 segundos muere un niño en el mundo por falta de acceso a agua sana, miramos por un par de segundos las noticias con tristeza y nos alegramos de no ser partícipes de tanta mala suerte. Pero tarde o temprano, como en el caso de Barcelona, la desgracia toca a nuestras puertas y palabras como calamidad, tragedia o mala suerte, infaliblemente pasan a convertirse en “fenómenos globales que deben atacarse de inmediato por el bien de la humanidad y de la madre tierra”. En dos palabras, hizo falta que los asiáticos tifones se convirtieran en frecuentes huracanes americanos, hizo falta que la nieve cayera en otoño y helara las ventas de las tiendas o que el agua se retirara de la orilla, para que países como Rusia firmaran el protocolo de Kyoto y pudiera entrar en vigencia… No me quejo: mejor tarde que nunca para empezar a rectificar y mejor que sean los que tienen el dinero para solucionar, quienes han convertido sus problemas en globales.
III
El agua se está acabando. Por primera vez en la historia moderna de la humanidad los perros de la guerra comienzan a predecir enormes ganancias gracias a inminentes guerras por agua. Por primera vez en los países ricos del Golfo Pérsico, el agua proviene en más de un 70 % de plantas desalinizadores de agua de mar. Por primera vez la humanidad se prepara para facturas por consumo de agua que representarán una tajada importante del presupuesto familiar. Por primera vez los grandes capitales se frotan las manos con avaricia y hacen fondos de inversión “ante la prometedora industria del agua”.
En un mundo con agua escasa y costosa, nuestra relación con la comida cambiará radicalmente en las décadas por venir ¿Preferiremos seguir usando 13.000 litros de agua para lograr un único kilogramo de carne de res?, o ¿decidiremos usar esa agua en lograr varios kilos de un alimento más eficiente energéticamente? ¿Comenzaremos a preguntarnos cuanta agua se necesita en riego y manufactura para lograr una tacita de café, que no alimenta? ¿Sabiendo que para hacer una poco costosa franela pintada de azul se necesitan 4100 litros de agua, definiremos la manera en que hacemos los diseños de los empaques que guardan lo que consumimos?
IV
Los frentes para solucionar o al menos atenuar lo que se nos encima son varios. El de la conciencia que ha hecho que en medio de una bonanza igual, norteamericanos consuman en promedio 600 litros diarios de agua versus 140 que consumen los suizos. El de las reparaciones, se calcula que en el mundo occidental se pierde 20% de agua por escapes de tuberías en mal estado. El de la búsqueda de nuevas tecnologías que logren obtención limpia de agua por desalinización; y finalmente con cooperación, una vez que entendemos que la inversión para lograr una planta desalinizadora que le de agua potable a países más pobres, lo que les permitiría sembrar por primera vez, es de mil millones de dólares… Es decir, una fracción ridícula de lo que el mundo le entregó a las bolsas de valores para mal salvarlas.
Muchos pagarán fortunas por tener agua, se dice que a países que les sobre los invadirán, si no con las armas con los grandes capitales. Pero el Mundo esta de cambió, así que ¡Cuidemos cada gota!
Nota: Los datos estadísticos presentados en este artículo fueron tomados en su totalidad del artículo “Tapping a Market” de Richard Lofthouse y Barry Mansfield de la revista European Business (Octubre, 2008)
Comentarios