Me estremeció la mujer
Hoy estuve en la mañana en el Barrio José Felix Ribas conociendo el proyecto que se está desarrollando de "Casas de la Alimentación" y aparte de emocionado vengo muy impresionado.
En los lugares más deprimidos de los barrios una tríada entre alcaldía, ONGs y Gobierno capta voluntariado. En los ranchos de alguna señora se acondiciona un área, se les traen los insumos una vez a la semana y ellas cocinan cada día para 150 personas. Estas personas son indigentes, niños, embarazadas y viejos que un censo ha determinado que no tienen como auto sostener sus necesidades de alimentación. Van con un envase y se les da la comida. La distancia entre una casa y otra no es grande, así que cubren una población bastante importante.
Estuve un buen rato viendo la operación, comiendo y hablando pistoladas como lo hacía con mi abuela en la cocina. Es maravilloso el orgullo que tienen ellas por su sazón (dicho sea de paso la única cosa que ningún cocinero con un millón de años de trabajo y escuela podrá igualar) y el grado de entrega. La casa en donde comí tiene dos años trabajando sin interrupción.
Quería ver bien la cosa porque voy a darles un taller, pero este sólo tiene sentido si es con los ingredientes y los equipos que tienen. Después de hoy entendí que yo podré enseñarles métodos de trabajo y ellas me enseñarán sazón.
Es muy arrecho (perdónenme la palabra, pero no cabe otra) como este país sale a flote gracias a sus mujeres.
En los lugares más deprimidos de los barrios una tríada entre alcaldía, ONGs y Gobierno capta voluntariado. En los ranchos de alguna señora se acondiciona un área, se les traen los insumos una vez a la semana y ellas cocinan cada día para 150 personas. Estas personas son indigentes, niños, embarazadas y viejos que un censo ha determinado que no tienen como auto sostener sus necesidades de alimentación. Van con un envase y se les da la comida. La distancia entre una casa y otra no es grande, así que cubren una población bastante importante.
Estuve un buen rato viendo la operación, comiendo y hablando pistoladas como lo hacía con mi abuela en la cocina. Es maravilloso el orgullo que tienen ellas por su sazón (dicho sea de paso la única cosa que ningún cocinero con un millón de años de trabajo y escuela podrá igualar) y el grado de entrega. La casa en donde comí tiene dos años trabajando sin interrupción.
Quería ver bien la cosa porque voy a darles un taller, pero este sólo tiene sentido si es con los ingredientes y los equipos que tienen. Después de hoy entendí que yo podré enseñarles métodos de trabajo y ellas me enseñarán sazón.
Es muy arrecho (perdónenme la palabra, pero no cabe otra) como este país sale a flote gracias a sus mujeres.
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