Esta historia podría empezar así: “Un joven muchacho suizo da un discurso ante 100 personas y en un momento del mismo se mira los dedos y se los muestra al público presente”. Podría, pero lo dejaré para el final. I Cuando conozco a las personas pregunto mucho. Lo sé. Probablemente tocando el límite de la impertinencia, pero creo que la gente se da cuenta que lo hago por un profundo respeto hacia lo que han logrado y me la dejan pasar, tal como uno se lo permite a un niño que sin maldad muestra asombro. Esta historia que quiero contarles, la de un venezolano “lavapocetas”, es una que me tocó el alma y me hizo crecer. Sucedió ayer 9 de julio de 2023. En Suiza. II El tachirense, Rigo llegó a Suiza hace 23 años. Eran los tiempos en los que la revolución digital tomaba por sorpresa al mundo (tal como en este momento lo hace la inteligencia artificial) y consiguió un trabajo de lunes a viernes en una empresa que se encargaba de escanear y digitalizar todo el material impreso burocrático de
Arepas de mi desayuno hoy Los conceptos de monoproducto (que venden un solo tipo de oferta) suelen ser muy populares por cinco razones: porque su mercadeo es directo, porque la especialización técnica es unidireccional, porque no está mal vista la quinta gama (es decir que le compres parte de tus preparaciones a otros), porque pueden iniciarse en locales pequeños y porque es relativamente fácil determinar las unidades mínimas de venta diaria que son necesarias. Para que se entiendan mejor los cinco puntos del párrafo anterior, siempre será más fácil el mercadeo si dices que vendes hamburguesas a tener que decir que tienes un restaurante latino. Siempre es más fácil y menos costoso equipar un espacio, especializarse y generar un recetario de un producto, a tener que equipar para un menú variado. Siempre es mas fácil que en un un local de hamburguesas no se considere extraño que se compre el pan, la barbecue, la cebolla caramelizada o hasta la carne pulled pork a otros (lo que casi si
Cuando finalmente me arriesgué a presentar en televisión mi versión de la hallaca, me encontré con una reacción casi inmediata representada por decenas de correos electrónicos que iracundos me espetaban el desacuerdo con mi receta. En esa oportunidad tuve el cuidado de especificar que se trataba de la receta que hago cada Diciembre desde hace doce años y por mucho que trataba de explicar que no existe una hallaca tradicional sino una tradición por cada casa (en mi caso nuestra versión de la caraqueña), las pasiones se desataron. ¡Cada correo peleón de los recibidos era música para mis oídos cantando la sinfonía de un pueblo dispuesto a defender valores culturales!. Cada correo en defensa de una tradición termina por ser cemento que apuntale una columna que a veces queremos agrietar. En el muy particular caso de la hallaca, tres feroces enemigos posan sus alas de muerte sobre nuestro bastión mayor de tradición culinaria. LA NEVERA Nuestra generación da por obvias y por sentado muchas c
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