LA COCINA DE LOS JUGADORES

Copio el excelente artículo publicado hoy por el Prof. Alberto Soria en el diario El Nacional


LA COCINA DE LOS JUGADORES

Quizás porque los tipos ya no son ­como en el pasado­ personajes deportivos sino marcas, nadie le prestó la más mínima atención al tema. Como si después de correr por lo menos siete kilómetros aguantando golpes, pateando una pelota o a un contrario, los jugadores se alimentaran del aire, la cocina es la primera baja en el campeonato de marketing que se llama FIFA World Cup, Suráfrica 2010.

Cuando se escribe esta nota (el lunes de esta semana), se supone que la mayoría de los grandes chefs que llegaron a Ciudad del Cabo han sido botados. Cientos de kilos de pasta italiana, canapés y pot-au-feu franceses, fondue suizo, pollo asado con hierbas a la griega, gravlaks danés, enchiladas y chiles en nogada light mexicanos, carne a la coreana, hamburguesas y steaks norteamericanos, empanadas chilenas, cuscús argelino, cordero de Nueva Zelanda, platos típicos de África y de Europa central, filete relleno australiano, pescados, langostas y biltong como pasapalo surafricano, e ingredientes para desayunos a la inglesa, debieron abandonar las cocinas junto con los cocineros porque su equipo perdió. A ninguno de los miles de periodistas que se encuentran en el lugar se les ocurrió documentar eso.

Lo único que se ha podido saber es que los uruguayos llegaron con una tonelada de carne, y que cuando Maradona pidió lo mismo, una veda sobre la carne argentina le prohibió introducirla en Suráfrica. Y que el rostro desencajado del seleccionador inglés, Fabio Capello, que se podía observar en la televisión en algunas jugadas, es el mismo que este ciudadano italiano ponía cuando en la concentración le servían ­a la británica­ pasta pasada de cocción, es decir, no al dente.

II


En la dictadura que la señora FIFA impone sobre el juego y sus actores, uno no sabe si así como prohibieron mostrar y corregir los errores garrafales de los árbitros, también prohibieron entrar en las cocinas.

Fotografiar los platos y a los chefs. Preguntarles a los jugadores si comen bien o tienen hambre. Si a los que les gusta el picante, o el chocolate, se lo dejan. Si las herencias culinarias y la diversidad nacional cuentan. Indagar si en los 10 países participantes donde los ciudadanos beben vino diariamente, y donde se lo considera alimento, pudieron probar una copa. Suráfrica, que tiene unos vinos blancos estupendos, no los pudo mostrar, fotografiar o mencionarlos. Pero la hamburguesa sí pudo ­después de pagar un derecho multimillonario que no puede costear ningún otro bocado­ exhibirse en todos los estadios, vallas y camisetas. Se desecharon así las críticas de quienes le recordaron los numerosos estudios médicos sobre el inconveniente de vincular el fast-food con la alta competencia deportiva.

La federación internacional, que tiene dirigentes robustos, papeados, no faquires ni modelos deportivos, protegió en cambio el negocio de las vuvuzelas. Porque también está en él.

III


¿No habrá sido ésta, la de Suráfrica ­pensamos algunos­, también una gran oportunidad para hablar y mostrar los sabores y el gusto que están debajo de las 32 banderas de lo mejor del fútbol del mundo? Porque si una cosa había, era diversidad: 8 equipos de las Américas, 13 de Europa, 4 de Asia, 1 de Oceanía y 6 de África.

La cocina marca más que el idioma, enseña en su cátedra de la Universidad de Boloña Massimo Montanari. "Porque implica y expresa la cultura de quien la practica y es depositaria de las tradiciones y de la identidad de un grupo". El anfitrión, como nación, es un claro ejemplo de que eso es cierto.

Pero de él, lo que se recordará serán las vuvuzelas y su infernal sonido de enjambre de abejas disgustadas.


ALBERTO SORIA
profesor.albertosoria@gmail.com

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