COMUNICACIÓN GASTRONÓMICA

El Miércoles que pasó la Universidad Monteávila (Caracas, Venezuela) organizó el Primer Foro de Comunicación Gastronómica; deuda hasta ese día postergada y fundamental para la construcción de una identidad gastronómica venezolana que trascienda fronteras. En tiempos en que los principales países y ciudades del mundo han convertido sus nombres y gentilicios en marcas que se mercadean como cualquier producto comercial, el valor de una política de comunicación de las características culturales de los países, ha comenzado a entenderse como camino para posicionar individualidades cada vez más tangibles en medio del mar global. Comunicar ayuda a valorar y a preservar. Comunicar implica poder, por ello debe estar en manos de quienes se entrenaron para ello, sean periodistas o no.

Una política concertada de comunicación gastronómica se sustenta en tres actores fundamentales que deben entender que está en ellos y en su capacidad de aunar, la posibilidad de literalmente vender a Venezuela. Nos referimos a críticos gastronómicos, periodistas especializados en la fuente y cocineros. Se trata de tres oficios en extremo difíciles, que ameritan claramente que sus protagonistas entiendan la necesidad de especializarse en sus respectivas funciones. Es por ello que salvo muy contadas excepciones, suele ser un desastre cuando un periodista gastronómico se erige en crítico, un cocinero pretende ser periodista o un crítico gastronómico comienza creer que sabe cocinar ¡Zapatero a su zapato!

En este artículo nos detendremos en el periodista como actor que evidentemente posee el mayor poder ( y por ende la mayor responsabilidad); aprovechando el legado que dejaron sendas conferencias dictadas en el marco del Foro: una del periodista Miro Popic y otra magistral de la periodista Rosanna Di Turi, ésta última Directora de la revista Todo en Domingo de este diario.

Labor muy difícil la del periodista gastronómico. Entender un mundo sin dogmatismos en donde reina el gusto como proceso adquirido y al mismo tiempo lograr trascender el propio gusto a la hora de escribir, es labor que debe dejarse en manos de gente experta y responsable. Es la tarea titánica de lograr credibilidad, independencia y sobre todo lograr ser un orientador. Insistimos, labor en extremo complicada. El periodista que opta por la gastronomía como fuente de alto potencial e infinitas posibilidades, debe entender que se encuentra ante una fuente como cualquier otra y por lo tanto debe ser tratada con las herramientas y el rigor periodístico que es usado en cualquiera de las tradicionales. Independientemente de la fuente, siempre habrá buen y mal periodismo; por ello es tan importante arroparse con la academia … la misma que desde sus bastiones universitarios exige rigor investigativo y sobre todo un tremendo respeto por el lector y por la fuente.

La pesadilla de todo periodista son los adjetivos. No es diferente con el ejemplo que nos concierne. Cada vez que un periodista usa palabras como malo, desagradable o feo, para referirse a un restaurante a un cocinero o a un plato, incurre en tres errores profesionales muy peligrosos: Asume posición de crítico teniendo como herramientas sus propios fantasmas y no las herramientas técnicas que posee un crítico gastronómico profesional, deja de entender que sus actos pueden hacer un daño tremendo y con su lenguaje básico de buenos y malos se aleja de su posición social fundamental de orientador.

El sólo hecho de nombrar ya implica una posición, por ello es que es muy importante aprender a manejar con humildad y de manera responsable la influencia de lo que se escribe. Un poder que posee, por muchas asepsia que pretenda quien escribe, la capacidad de destruir … o puede ser usado para construir.

Comentó en la conferencia la periodista Rosanna Di Turi que ella y su equipo eran los encargados de decidir el contenido gastronómico de 52 revistas anuales. A sus escritorios llegan decenas de correos con propuestas para una nota y por semana son muchos los lugares visitados por el equipo. A la hora de decidir a quien mostrar han optado por la opción de la construcción. Sin adjetivos que exalten en vano o discriminen. Mostrar al chico nuevo que tiene sueños, el productor sin voz ni maquinaria, al que se ganó las canas de la constancia, al que cree en el país.

Cualquiera de los panelistas de éste primer foro de comunicación gastronómica sabe que posee el poder descomunal de destruir si asume posición. Han asumido una posición diferente: decidieron hacer país. Cada crítico que optó por orientar porqué sabía que las cosas tenían potencial y cada periodista que le contó al mundo lo que somos, tiene mi enorme agradecimiento no por cocinero sino por venezolano.


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