CONSEJOS PARA LA PRIMERA VEZ

La modernidad, en lo que respecta a nuestra relación con el espacio, en muchos aspectos es sinónimo de hacinamiento. Puede culparse al crecimiento exponencial de la población o al crecimiento de la esfera de la clase media, pero es indudable que hoy en día las casas son más pequeñas, los aviones más llenos y los salones de clase tienen más estudiantes. Este achicamiento del espacio inmediato ha generado nuevas maneras de relacionarse con el entorno, especialmente en nuestras casas. Los cuartos pasan a ser dormitorios y de los baños ya no salen ideas magistrales. Por suerte hay un aspecto que no ha logrado ser trastocado por la vorágine modernista que nos arropa desde hace un poco más de un siglo: la relación que mantenemos con las cocinas de nuestras casas. La relación con ellas sigue siendo íntima, independientemente, de los metros cuadrados que tenga o del lujo que exteriorice. Pocos sitios de nuestra casa pueden ostentar mayor cúmulo de recuerdos o mayor cantidad de objetos. La cocina es el lugar en el que el orden de las cosas está calcado a imagen y semejanza de sus moradores, en donde el fetichismo hacia los objetos adquiere su expresión máxima; sobre todo, es el lugar más orgánico que podemos tener. Nuestras cocinas son armónicas, en ellas órdenes y desordenes están calzados. Por ello, la primera vez que hacemos nuestra cocina (por construcción o mudanza) empezar desde cero tiene su arte y ese momento se sustenta en tres consejos basados en: distribución, movilidad y equipamiento. Repasemos cada uno de ellos.

¿Para qué quiero mi cocina?: Se trata de una pregunta crucial, definitoria. Debe preguntarse antes que nada que tipo de persona es usted ¿Es usted quién cocina?, ¿Le gusta invitar a amigos y hacer las reuniones mientras usted cocina?, ¿Suele comer sentado en la sala, tener pocos invitados y ser formal?, ¿Comerá el desayuno con sus hijos allí? Por ejemplo, si luego de meditarlo decide que le gusta cocinar y tener amigos cerca mientras lo hace; su respuesta terminará por definir que es mejor tumbar paredes e integrar la cocina a la sala. Posiblemente llegue a la conclusión que es necesario colocar los fogones de tal manera que miren de frente a los invitados y a un lado del mesón. Usted es el punto focal. Por el contrario si usted es un poco más formal, entenderá que es importante tener espacio para la vajilla en la misma cocina y que un mesón cómodo y de fácil acceso desde la puerta es crucial para poder servir los platos desde adentro. Hable con quien sepa de arquitectura y resuelva lo concerniente a distribución de los espacios.

¿Qué voy a hacer en la cocina?: En las cocinas profesionales (nos referimos a las de los restaurantes) uno de los aspectos que más se cuida es el de la distribución de los equipos para garantizar que los cocineros no tengan que pasear mucho por la cocina. Basta con no colocar una nevera de apoyo detrás de los fogones que garantice que el cocinero tiene acceso fácil a las raciones que debe cocinar, y le habrá sumado kilómetros mensuales de paseo innecesario por obligarlo a ir cada vez a una nevera lejana. Este mismo hecho puede trasladarse al caso de las cocinas de casa, por ejemplo, colocando una barra fija para guindar cucharones y cuchillos en la pared contraria a donde usted normalmente pondrá la tabla para picar. Lo mejor que puede hacer antes de construir, equipar o remodelar es pedirle consejo a quien cocine con frecuencia. Seguramente verá aspectos de movilidad que usted no ha visto.

¿Qué deseo tener en mi cocina?: Este es uno de los temas más bonitos porque permite ejemplificar bien los aspectos orgánicos que definirán una cocina. Revise la cocina de su Mamá y notará que todo lo que está allí posee un orden natural y hay pocas cosas que sobran. Las gavetas de una cocina deben ser como las de esas casas maternas. Deben ir llenándose poco a poco, sin apresuramiento. Cada cena que haga seguramente le hará notar la falta de algo que quizás hubiese convertido en más cómoda la velada. No es cuestión de salir apresurado al día siguiente a comprarlo, ni de tener una chequera buchona y presta. Seguramente será el regalo que le den porque usted dejó caer casualmente su falta o será el regalo que decida darse o quizás, como en el caso de mi padre, la cocina se irá llenando con cada visita de su hijo cocinero. Los objetos comprados de esta manera poseen características únicas. Son objetos esperados, buscados con una intención específica, tras de si traen una historia. Suelen ser objetos que volveremos a usar porque se parecen a nuestra manera de vivir. No es lo mismo tener una olla para hacer fondue regalada, cogiendo polvo a la espera de ser usada alguna vez, que salir a comprarla porque uno quiso un día celebrar un aniversario y dijo “¡que chévere hubiese sido tener una fondiucera!”. En este caso esa olla tendrá historia, una fecha pegada y con el siguiente aniversario, posiblemente recuerdos. La esencial máquina para estirar pastas de unos no es más que un ser inútil para otros y ninguno de los dos lo sabrá sino hasta necesitarla o hasta notar que se oxidó por falta de uso. Se trata de un proceso pausado, a veces incómodo, pero que a la larga llenará su cocina de fantasmas que saldrán a cantarle momentos cada vez que abra una gaveta. Ese día los cuchillos cortarán ají dulce y le llenarán la cocina de los aromas de quién se lo regaló. Ese día el equipamiento pasa a ser familia.

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