Informe para ciegos

Posdiblemente conozcan esta historia porque ha salido varias veces en Internet, pero aprovecho que me la mandó mi hermana para repetirle.

Actualmente, la ciudad de Berlín cuenta con una población de aproximadamente 22.000 personas con discapacidad visual. Alla y Majid forman parte de esta comunidad. Desde el año 2002 trabajan como camareros en el restaurant “Unsichtbar” (“Bar
invisible”, en alemán) inaugurado ese mismo año, y guían a la gente desde el vestíbulo hacia un salón comedor de 150 cubiertos, que se encuentra en total oscuridad. Sucede que este original local ofrece la sorprendente posibilidad de experimentar el comer y divertirse a oscuras.

Alla es rusa y vive en Alemania desde hace 4 años. Esta delicada mujer de 33 años parece frágil, pero sus movimientos son seguros, tranquilos y serenos. En 1991 el mundo alrededor de ella se volvió negro, cuando en un viaje de vacaciones
por Georgia se vio sorpresivamente involucrada en los disturbios de la guerra. Una bala de fusil penetró en su cabeza y apagó la luz del día para siempre, pero no el recuerdo del aspecto de las cosas. Hoy reflexiona: “no me siento
gravemente discapacitada.”

En el “restaurant oscuro” cambian los roles entre Alla y los clientes: sin su guía, las personas videntes quedarían “indefensas” y desorientadas. Sólo necesitó siete turnos de práctica para orientarse en el salón comedor. Aprendió de una colega discapacitada visual el orden de las mesas y el resto lo aprendió palpando por su cuenta. Este sector del “Bar invisible” tiene además varios puntos de orientación, así como distintas texturas en el suelo, que facilitan la orientación
a los camareros. La regla más importante es: en el restaurant reina el tráfico por la derecha. Alla se comunica por teléfono celular con la cocina. Cuando la comida está lista, la va a buscar a un pequeño mostrador. Con la ayuda de un chip de lenguaje que acerca a su oreja puede verificar de qué comida se trata cada plato. La curiosidad de los clientes es aún más grande que su apetito. Ya recibidos, tienen que decidir si prefieren carne, pescado o comida vegetariana. Quedan en secreto las especialidades que les esperan hasta que el plato esté en la mesa: el gusto y el olfato deben ser desafiados. Celulares y relojes con esferas luminosas tienen que quedar guardados en los bolsos, para no interrumpir la oscuridad total. Así son las reglas de juego en el “Bar invisible” de Berlín. En caso de necesitar ayuda, los clientes siempre podrán solicitarla al camarero
personal, siempre dispuesto a ayudar cuando sea necesario.

La aventura de comer a oscuras Un periodista italiano relata su experiencia en el bar, al que concurrió con un acompañante: “Nos asignan un camarero que va a guiarnos en la oscuridad hacia nuestros asientos. Una vez que crucemos la puerta donde él nos está esperando, dejaremos nuestro mundo familiar y nos volveremos dependientes. No conservamos los teléfonos celulares, los relojes ni podremos encender cigarrillos. Nuestro guía se llama Majid. Él es iraní y lleva anteojos oscuros enormes; su expresión y comportamiento son de extrema cortesía. Antes de entrar en el restaurante, nos muestra cómo movernos en el ambiente invisible, diciéndonos que apoyemos nuestra mano izquierda en su hombro derecho, y suavemente nos conduce a través de este mundo oscuro hasta nuestra mesa. Nos sienta uno frente a otro y nos asegura que vendrá a asistirnos siempre que lo solicitemos. El cuarto (¿quién sabe si es grande o pequeño?) se llena de voces. El resto
de los comensales, ¿están lejos o cerca? No puedo decirlo. De lo único que estoy seguro es que estamos sentados cerca de una pareja. El hombre está sentado a mi izquierda y está hablando, pero no puedo entender su conversación en alemán.
Comienzo a tocar los bordes de la mesa: puedo sentir una esquina a mi derecha. Al lado, hay otra mesa. Me inclino. Quizás puedo tocar a mi vecino, pues ahora puedo oírlo solamente. Comienzo a preguntarme si mi amigo realmente está sentado
frente a mí, estiro las piernas para tantearlo y me golpeo con el metal duro de la pata central de la mesa. Si no hablo, no hay otra manera de saber si el otro está presente.

Nuestro fiel Majid se materializa en forma repentina. Tranquilamente, nos dice que nuestro pedido ha llegado y nos indica dónde encontrar nuestros vasos y cubiertos. Todo está en el lugar preciso. El vino viene servido en vasos y el agua mineral en botellas pequeñas que llenan un vaso exactamente. Los modales en la mesa no importan: puedo mantener mis ojos abiertos o cerrados, poner mis codos en la mesa, tomar un bocado del plato del otro, escupir en el suelo... Majid dice que podemos empezar a comer y que podemos utilizar siempre nuestros dedos para comprobar la cantidad de comida en el plato y reconocer cuando esté vacío. En el transcurso de la comida puedo determinar solamente el gusto del pescado, pero cuando pongo una rebanada de zanahoria en mi boca me desoriento. Me recuerda ese juego detestable de “cierra los ojos y abre la boca”. La sopa tiene cierto sabor a pescado también, pero puede que sea algo más. Agarro las asas del tazón como un náufrago se aferra a su tabla de salvación. Me pregunto dónde quedan las migajas de pan al pasar al plato siguiente... y el gusto del pescado es ahogado por el sonido del crujido en mis oídos mientras mastico. Al finalizar la comida, la temperatura del tazón de la sopa advierte que ya está fría. Lo pruebo. Está un poco agrio y me imagino que es rojo. Siento necesidad de ver luz. Ya es tiempo de irnos. Veo los puntos blancos y me siento deslumbrado. Ya en el mundo exterior, pagamos nuestra cuenta. Si usted lo desea, puede escribir algo en el libro de los visitantes.

Nuevos puestos de trabajo Los creadores del “Bar invisible” quieren mostrar a los videntes cómo es ser ciego. Se trata de una experiencia de los sentidos: la intensificación del gusto, del tacto, del olfato y del oído. El restaurant surgió en Berlín, siguiendo el ejemplo de un restaurant similar en Colonia, inventado por el doctor Axel Rudolph y que existe desde 2001. Casi todas las noches las mesas están completas; incluso, la gente viene desde muy lejos. Además, el “Bar invisible” de Berlín
quiere crear muchos nuevos puestos de trabajo para ciegos, porque las posibilidades de trabajo para no videntes disminuyen cada vez más. Para el sector de servicio y la atención hacia los huéspedes, sólo en el “Bar invisible” fueron formados 22 ciegos y disminuidos visuales. Para Berlín, significó el plan de fomento de empleo más importante para este grupo de personas durante los últimos 50 años.

¿Qué hay en mi plato? Por lo general, el ambiente en las distintas mesas es de excelente humor y pueden escucharse voces de aprobación y disfrute. A pesar del ambiente poco común, nadie se siente incómodo. Todos ríen cuando un objeto cae al suelo y juegan a adivinar cuánta distancia habrá entre las mesas o dónde uno se encuentra, más o menos. También las personas que pierden la vista durante la adultez, necesitan años para poder estimar distancias acústicas. Además, los huéspedes no hablan a voz normal: las personas no ciegas tienen una tendencia a levantar la voz
porque no pueden mirar a sus acompañantes. La mayoría del tiempo la conversación da vueltas sobre la cosa principal: la
comida. ¿Hay puré de papas en el plato? ¿O es pasta? ¿Se perciben más intensamente los ingredientes porque uno se concentra en la comida o porque al gusto propio de la comida no se añadieron demasiadas especias? ¿Cuál es la técnica más práctica para comer? En realidad, no hay muchos problemas con la orientación en la mesa. Quien los tenga, podrá preguntarle a Alla o a Majid. Con la ayuda del sentido de las agujas del reloj, explican a los huéspedes la colocación de los objetos, para que ellos puedan ubicarse en la oscuridad. Los cuchillos, por ejemplo, están a las doce.

Después de permanecer dos horas en la oscuridad, la experiencia comienza a ser agotadora para los videntes, quienes sufren la falta de los estímulos ópticos. Cuando desean retirarse, los comensales son guiados por los camareros.

Nuevas posibilidades de percepción Ver, oír, gustar, oler y sentir durante la vida cotidiana: estos cinco sentidos del hombre trabajan juntos y son igualmente exigidos. Cerca del 70% de las impresiones de los sentidos se perciben por los ojos. Si una persona vidente pierde la luz, en los primeros minutos sólo le queda un 30% de su rendimiento normal. Para una persona ciega, el sentido del oído es el sentido a larga distancia más importante. Transcurridos algunos minutos en la oscuridad, el hombre vidente intensifica los otros cuatro sentidos, reparte los roles internos de nuevo y deja a sus manos y orejas “ver”. Por la falta del sentido de la vista se descubren y activan nuevas posibilidades de percepción. Se producen imágenes internas que son más expresivas y más emocionantes que las imágenes externas. Oler y degustar en la oscuridad no parece ser distinto que en la luz, pero pocas son las posibilidades de hacerlo en una oscuridad absoluta. Las impresiones visuales parecen dominar nuestro mundo. Lo que vemos, lo creemos.

El hecho de suprimir el sentido de la vista rompe las costumbres de percepción y de comunicación para descubrir nuevos y distintos caminos. El “Bar invisible” es un lugar que ofrece la posibilidad a los visitantes de conocerse a sí mismos a través de una forma distinta de “ver”.

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