Un poema de Gabriel Reig
La mesa (la reunión de los amigos)
Habrá comensales a la mesa.
Las esposas con la calma de la tarde
en torno.
Caminaremos alrededor y hablaremos
al filo de la hoja que nos corta la voz:
habrá alas en la boca
adornos,
un tejo en el rocío de la casa
marcará los juegos en el aire,
estará el gato arrullado
insondable
y las hojas más altas de estos árboles
en el centro de la mesa,
los labios pegados
las lunas que miramos
entre los vidrios por donde queremos huir.
Acomodaremos algunas cosas escritas,
alguna irreverencia que nos guste afinar,
lagunas en el humo de la casa
que nos devuelva la memoria.
Colgamos las palmeras en los respaldares
e intentamos sentarnos en silencio,
sólo queda un sol memorioso en la mirada
donde nos reconocemos.
Alguien acaricia un corazón,
talla un nombre muerto en mayo,
alguien lee poemas,
da sombras a los huesos
y cierra la lengua.
Mezclamos alrededor de la mesa
el vuelo de los ojos
o la presencia del padre o de la madre.
Somos el error del muro,
la fisura en el hierro
y el frío que nos reverbera la frente.
La mesa esta servida
y no podemos con la frágil ceniza de las sillas.
Alguien se ha sacado el rosario y lo ha puesto en la madera:
todos saltamos a recoger los pedazos,
buscamos atajos,
nadamos en la niebla de la casa
como barcos fantasmas hasta llegar a puerto
y escuchar el golpe del ancla en la tiniebla,
y en la marea cantamos hasta el amanecer
una orgullosa ternura que nos da la sangre o el retorno.
Se hacen enormes los agujeros de los ojos
mientras saltan los hijos por los cuartos
y va haciendo hoguera el árbol de la mesa
donde la carne abunda
a la sombra de las puertas abiertas.
Algunos escarban la memoria
son topos furiosos en manadas
royendo la piedra o los exilios
porque ese es el juego de las cartas:
abrimos la corteza y dejamos salir los pájaros del árbol,
dejamos el corazón que acariciábamos
y volvemos a tallar más nombres en la sombra.
Nos sorprendió la madrugada con ramos en las manos
– nada muere aquí –
volvemos al navío y a la niebla
con los hijos bajo el brazo
hasta dejar vacía la casa
y la cenizas creciendo en le centro de la mesa.
Habrá comensales a la mesa.
Las esposas con la calma de la tarde
en torno.
Caminaremos alrededor y hablaremos
al filo de la hoja que nos corta la voz:
habrá alas en la boca
adornos,
un tejo en el rocío de la casa
marcará los juegos en el aire,
estará el gato arrullado
insondable
y las hojas más altas de estos árboles
en el centro de la mesa,
los labios pegados
las lunas que miramos
entre los vidrios por donde queremos huir.
Acomodaremos algunas cosas escritas,
alguna irreverencia que nos guste afinar,
lagunas en el humo de la casa
que nos devuelva la memoria.
Colgamos las palmeras en los respaldares
e intentamos sentarnos en silencio,
sólo queda un sol memorioso en la mirada
donde nos reconocemos.
Alguien acaricia un corazón,
talla un nombre muerto en mayo,
alguien lee poemas,
da sombras a los huesos
y cierra la lengua.
Mezclamos alrededor de la mesa
el vuelo de los ojos
o la presencia del padre o de la madre.
Somos el error del muro,
la fisura en el hierro
y el frío que nos reverbera la frente.
La mesa esta servida
y no podemos con la frágil ceniza de las sillas.
Alguien se ha sacado el rosario y lo ha puesto en la madera:
todos saltamos a recoger los pedazos,
buscamos atajos,
nadamos en la niebla de la casa
como barcos fantasmas hasta llegar a puerto
y escuchar el golpe del ancla en la tiniebla,
y en la marea cantamos hasta el amanecer
una orgullosa ternura que nos da la sangre o el retorno.
Se hacen enormes los agujeros de los ojos
mientras saltan los hijos por los cuartos
y va haciendo hoguera el árbol de la mesa
donde la carne abunda
a la sombra de las puertas abiertas.
Algunos escarban la memoria
son topos furiosos en manadas
royendo la piedra o los exilios
porque ese es el juego de las cartas:
abrimos la corteza y dejamos salir los pájaros del árbol,
dejamos el corazón que acariciábamos
y volvemos a tallar más nombres en la sombra.
Nos sorprendió la madrugada con ramos en las manos
– nada muere aquí –
volvemos al navío y a la niebla
con los hijos bajo el brazo
hasta dejar vacía la casa
y la cenizas creciendo en le centro de la mesa.
Comentarios
Bueno tengo tiempo sin escribir pero tu sabes lo que la medicina demanda, nevermind, espero estes bien...
*Buen poema!
Primero fue la semana pasada con las pizzas, y justo ahorita vegetales en papel de arroz y pollo con merey ... Eso no se hace man, creeme que no y menos cuando no puedes hacer lo que ves al momento...
De pana brother, que nos dejaste aqui mirando feo a la cena que teniamos, jejeje
Saludos y un abrazo; keep doing it well!
Adelante con toda mi admiración Sr, Chef.
Saludos
María Asprón