¡LAUDATE DEUM! ¡DOCUMENTO IMPRESCINDIBLE!


¡No dejen de leer el Laudate Deum dedicado al cambio climático que acaba de publicar el Papa! ¡Realmente impresionante!.

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Copio algunas frases sueltas del texto que fui subrayando, pero es como para releerlo varias veces y sobre todo entenderlo no con frases sueltas sino desde el contexto del llamado concreto que nos hace el Santo Padre.


Es un problema social global que está íntimamente relacionado con la dignidad de la vida humana.


Por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático están ahí, cada vez más patentes.


... el planeta siempre  tuvo y tendrá períodos de enfriamiento y de calentamiento. Olvidan mencionar otro dato relevante:  que lo que estamos verificando ahora es una inusual aceleración del calentamiento, con una  velocidad tal que basta una sola generación —no siglos ni milenios— para constatarlo.


Con la pretensión de simplificar la realidad, no faltan quienes responsabilizan a los pobres  porque tienen muchos hijos... ¿Cómo olvidar que África, que alberga más de la mitad de los más  pobres del planeta, es responsable de una mínima parte de las emisiones históricas? 


También suele decirse que los esfuerzos por mitigar el cambio climático, reduciendo el uso de  combustibles fósiles y desarrollando formas de energía más limpias, provocará una reducción de  los puestos de trabajo. Lo que ocurre es que millones de personas pierden su empleo debido a  las diversas consecuencias del cambio climático.


Lamentablemente la  crisis climática no es precisamente un asunto que interese a los grandes poderes económicos,  preocupados por el mayor rédito posible con el menor costo y en el tiempo más corto que se  pueda. 


Me veo obligado a hacer estas precisiones, que pueden parecer obvias, debido a ciertas  opiniones despectivas y poco racionales que encuentro incluso dentro de la Iglesia católica.


Este es un signo entre tantos otros de que las demás criaturas de este mundo han dejado de ser compañeros de camino para convertirse en nuestras víctimas. 


... ya no podemos detener el enorme daño que hemos causado. Sólo estamos a tiempo para evitar daños todavía más dramáticos. 


Se nos pide nada más que algo de responsabilidad ante la herencia que dejaremos tras nuestro paso por este mundo. 


... “todo  está conectado” y “nadie se salva solo”. 


En contra de este paradigma tecnocrático decimos que el mundo que nos rodea no es un  objeto de aprovechamiento, de uso desenfrenado, de ambición ilimitada.


... no cabe hablar aquí de daños “menores”, porque es precisamente la sumatoria de muchos daños que se consideran tolerables lo que termina llevándonos a la situación en la que ahora nos encontramos. 


... ante el rostro de los hijos que pagarán el daño de sus acciones,  aparece la pregunta por el sentido: ¿qué sentido tiene mi vida, qué sentido tiene mi paso por esta  tierra, qué sentido tienen, en definitiva, mi trabajo y mi esfuerzo? 


El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez  para siempre; han de ser conquistados cada día».


Las exigencias  que brotan desde abajo en todo el mundo, donde luchadores de los más diversos países se  ayudan y se acompañan, pueden terminar presionando a los factores de poder.


Necesitamos superar la lógica de aparecer como seres sensibles y al mismo tiempo no tener  la valentía de producir cambios sustanciales.


Terminemos de una vez con las burlas irresponsables que presentan este tema como algo sólo ambiental, “verde”, romántico, frecuentemente ridiculizado por los intereses económicos. 


«Dios nos ha unido tan estrechamente al mundo que nos rodea, que la desertificación del suelo es como una enfermedad para cada uno, y podemos lamentar la extinción de una especie como si fuera una mutilación».



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