PAN Y PABELLÓN SOBRE EL ALTAR

Nota: Al final de este escrito pongo fotos que fui tomando. Simplemente les invito a leer el texto y construir las historias desde esas fotos.



I


En Cumming 1132, en la ciudad de Santiago de Chile, está la Pastoral Social de la parroquia de Nuestra Señora de Andacollo, adosada a la iglesia. Allí, desde hace 50 años un grupo de voluntarias cocinan todos los días 200 comidas para repartir, fundamentalmente entre adultos mayores. 


En Chile es común decirle “tía” a las señoras que cocinan en estos grandes comedores. Siempre me ha parecido precioso que sea así. En esa cocina están la tía Marcela, que es la coordinadora de la pastoral, o la tía Eli que vende dulces frente al colegio y luego se va a ayudar, o la tía Luisa.


Para grata sorpresa hay dos venezolanos como mano voluntaria. Uno es Alfredo al que le dicen “el gallo” y la otra es Carolina a la que el padre bautizó “paloma”.


Frente a la modesta casa de ladrillo color vino tinto con puerta negra, un señor barre las hojas que sin ningún pudor siguen soltando los árboles en un día particularmente frío y nublado de otoño. Es 15 de junio, falta apenas una semana para que empiece el invierno austral.


Con el señor que barre comienzan a desenredarse las historias de cada día para las tías, y comienza a enredárseme el alma. Es viejito. Vive solo en un “hospedaje” que no es otra cosa que un lugar en dónde pasar la noche. A las 7 am los que viven allí deben salir a la calle. Él entonces barre la calle, al mediodía hace su fila por una de las comidas, y sigue barriendo. Es la necesidad superior a todas: saberse y sentirse útil. La gente le da dinero. No es limosna, es pago por mantener una ciudad bonita. Con ese dinero reúne, cada día, lo suficiente para pagar otra noche bajo techo. Cada noche una cama distinta, no hay mesa de noche con sus cositas que lo espere.


Llego al comedor temprano. He sido invitado por tres grandes amigos: la periodista peruana Ana Rivero, el emprendedor social español Rafael Rincón, y la chef chilena Camila Moreno. Ellos tres son el alma y corazón de la Fundación Gastronomía Social.


Siempre he sido bastante crítico de muchas fundaciones surgidas bajo la amplia sombrilla del movimiento de gastronomía social. Lo he sido porque estoy consciente de que los chefs somos “buenos para la foto” pero dispersos (por decir lo menos) a la hora de convertir esa intención en algo constante.  El emprendimiento social es un llamado. No está mal que alguien de gastronomía no desee dedicar la vida al servicio social, pero es peligroso cuando el servicio social es a ratos. Alguien, como el señor que barre, no necesita que le hagan comida un día y al día siguiente no sepa si habrá, la necesita todos los días. Necesita un voluntariado que lo haga desde hace 50 años como sucede en esa parroquia.


Pero así como he sido crítico, bastante que envidio a las fundaciones que dedican todo su tiempo a ello. Eso es Fundación Gastronomía Social. La chef Camila dejó los fogones privados para dedicarse cada día a estar en los comedores y a dar clases de oficios gastronómicos para que otros puedan emprender. Rafael dejó el glamour de un congreso que dirigió por años y “desapareció” para perderse entre los que agradecen una mano. Ana, mi amiga de años, simplemente está siendo -una vez más- coherente.


No es casual entonces que la ACNUR les haya pedido que coordinaran la semana que culmina con el día mundial de las personas refugiadas. Para ello se hizo un libro que se llama “Mi mesa tu mesa” buscando promover la interculturalidad y visibilizar los aportes de las comunidades refugiadas y migrantes en Chile. Se editaron varios miles y se están repartiendo a los comedores.


El libro reúne testimonios y recetas de las comunidades chilena, peruana, colombiana, palestina y venezolana. Así caí yo en este cuento. Por venezolano y por conocido. Yo no soy un emprendedor social en Chile e, insisto, no lo sería hasta no saber que no es una decisión de un día sino de una forma de vida; pero no soy inocente: sé la importancia de sensibilizar y visibilizar situaciones históricamente invisibilizadas, y en esos casos gustosamente asumo un rol de “cara”, que sé que ayuda.


II


Para el libro había premisas (recetas fáciles, no costosas, con ingredientes cotidianos) así que hice una empanada rellena de carne mechada y una ensalada de caraotas (porotos negros). La idea era servir carne mechada y la ensalada, pero todo fue tomando orgánicamente otro cariz. Hacía mucho frío, así que dijimos que mejor era servir las caraotas negras calientes en lugar de ensalada. Una vez que ya teníamos la decisión de caraotas y carne, el arroz tenía que aparecer… total que sin planificarlo decidimos hacer lo que los venezolanos llamamos pabellón criollo.


El oficio de las voluntarias (y del único varón, el venezolano “el gallo”) es tan enorme que cuando llegué a la 9:30am no se había adelantando nada. Ni siquiera pelado las cebollas. Me encontré con la mirada de “usted es el que sabe y estas son sus recetas, así que díganos que hacer”… a la 1 de la tarde, apenas 4 horas después, estábamos sirviendo 200 platos de comida.


En la parroquia están muy organizados. Es lógico después de 50 años cocinando cada día. Manejan una lista y literalmente saben la historia de cada persona que se acerca.


“La esposa de ese señor está en cama y los dos viven en una cité con la pensión de ella. Aún así, cada día viene y recoge 20 comidas para llevarla a los viejitos que no pueden venir”; y allí estaba con su carrito de supermercado.


“Este pan los mandan todos los días de una panadería como donación”. Y llegan cajas de pan que amorosamente van individualizando.


“Para casi todos ellos es la única comida del día”, y allí está Luisa diciéndonos que pongamos más comida (yo tenía miedo de que no alcanzara para 200) porque es la única comida del día.


“Esa señora es venezolana”… y salí y era una señora bastante mayor. Y cuando le hablé, otra reconoció mi tono y se acercó. También venezolana. Y hablamos y hacia un frío de mierda porque no tiene otro nombre cuando se pasa frío. Una me dijo “aquí el frío es húmedo, a mi me han dicho que en Italia es seco y no es tan duro”.


Yo tengo el cuero duro, pero esto me ganó. Entré y me encerré en el depósito hasta poder recomponerme. Y pienso que la chef Camila o cualquiera de los que vi en voluntariado lo viven cada día desde el amor y sonriendo sin parar.


La tía Marcela, que ya lo debe haber visto todo, me vio y me preguntó “¿quiere conocer la iglesia?”, y me llevó, y abrió la puerta, y se retiró, y allí me dejó solo frente al Santísimo.


Y recé.

____________











Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Todos deberíamos hacer algo así.
El Alma nos los pide a gritos tantos necesitando más que un plato de comida 🥘 el amor que la comida representa.
Gracias por compartir.

Marie Ellen
Valencia Venezuela 🇻🇪
yane ha dicho que…
Hermosa experiencia. Me encanta la forma de dibujar toda la experiencia , estaba allí me emocioné, llore u ore contigo. Gracias
Anónimo ha dicho que…
Gracias chef Sumo. Su profesionalismo va unido a una gran sensibilidad y emparia. El relato de esta experiencia llega hondo y nos reclama el tender una mano ante tanta necesidad. Un coherente y humano escrito. Gracias por contarlo.
Patricia Cabrera
Caracas Venezuela
Anónimo ha dicho que…
Coño.. me hiciste llorar.
Frente a la iglesia sacramentinos ( arturo Prat con santa isabel.
Hay un viejito, en uno de esos techitos que suelen hacer aquí.
Hace un par de días pasé y le dije : tenga Tata, ($2000) y se volteo agarró.el billete y me dijo: ay!! Me duele mu cuerpo. Llore como no tienes idea
Anónimo ha dicho que…
Llore contigo es duro leerlo, no imagino vivirlo.
Unknown ha dicho que…
Mi Sumo, que belleza. Que dolor. Pero recemos juntos.
Nely ha dicho que…
Que hermoso trabajo hacen allí, el mundo necesita personas así.Gracias Sumito por compartir.
Anónimo ha dicho que…
Se necesita más empatía en un mundo plagado de tanta desidia, bravo por los que pueden ayudar a hacer más fácil el camino, bendecidos!!
Unknown ha dicho que…
Ay Sumito naguará tu tan hermoso ser humano, que bella iniciativa me recuerda a algo en lo que participaba mi madre en venezuela por años. Podemos hacer tanto dedicando solo un poco de tiempo y apoyo. Acá estoy convencida de que debemos actuar en ayudar no solo conmovernos con la historia.
Corecolor Admin ha dicho que…
Me hiciste llorar ... y pensar que hay tanta gente necesitada. Gracias por ser la cara digna y amable de mi país.
Anónimo ha dicho que…
Bendiciones Sumito ! Que bonito relato de tu experiencia ! Que se te devuelva en salud todo el bien que haces
Ligia ha dicho que…
Me gustaría hacer este trabajo ayudar a los abuelos que no tienen donde comer vivir dormir, pasó todos los días por el comedor y veo al sr que barre todos los dias.
Me hubiese gustado estar allí y poder conocerlo sr SUMITO soy una fiel admiradora de su trabajo y de su interes por siempre querer ayudar,algún día lo voy a visitar en su restaurant. Dios lo bendiga.
Ligia ha dicho que…
Me gustaría hacer este trabajo ayudar a los abuelos que no tienen donde comer vivir dormir, pasó todos los días por el comedor y veo al sr que barre todos los dias.
Me hubiese gustado estar allí y poder conocerlo sr SUMITO soy una fiel admiradora de su trabajo y de su interes por siempre querer ayudar,algún día lo voy a visitar en su restaurant. Dios lo bendiga.
Eva Belloso ha dicho que…
Que hermosa historia. ¡Vaya manera de contarla! Te sigo hace tantos años, siempre con admiración y orgullo venezolano, aún así me sorprendes cada día con ese don de gente tan andino, tan nuestro. Dios te bendiga Sumito Estevez, Dios te bendiga.
Anónimo ha dicho que…
Espectacular!
Gracias por ser un humano con sensibilidad humana, y gracias a todas las personas que hacen posible tan mágica vocación.
Saludos!
Freddy Monasterios ha dicho que…
Ser constante en la ayuda a los demás es una tarea titánica y que implica una fuerza personal muy grande que muchos no tenemos en un momento determinado. Admiro y entiendo tu postura ante la situación, pero también "huelo" a un Sumito mucho más involucrado a futuro en estos asuntos de la ayuda a los demás, aunque hay distintas maneras de ayudar. Un abrazo desde Venezuela.
Nilqger García ha dicho que…
Gracias por ser,gracias por estar y por existir..a ti sumito ,a silvia y a cada una de las personas que honran cada día a aquellos q entregaron mucho a nuestra sociedad ..millones de bendiciones .los queremos
@marquezyana ha dicho que…
Sumito je llorado con esto y pido a Dios que haya más sensibilidad en el mundo para que actos como este se multipliquen y los desasistidos puedan al menos tener una comida al día, me transporte a la capilla y también sentí una vez más la presencia de Dios. Bendiciones infinitas definitivamente eres un gran ser humano gracias por compartir tan hermosas historias siempre, esas que reconfortan el alma y dejan un hermoso sentir que aún se puede creer en la humanidad
Hermosa historia...Dios hace presencia en rostros concretos si duda...tanto más buscar el verdadero sentido de este tipo de gestos...


Wolfgang Pineda ha dicho que…
Hermano, solidaridad no es lo que nos sobra sino regalar amor a quien más lo necesita, tu vena merideña se ve reflejada en tu relato, tengo algunos años trabajando al lado de los más humildes de tus paisanos y eso de que “tienes el cuero duro” es algo que pensé también lo tenia, pero cuero duro hermano tienen ellos, los protagonistas de tu relato y todos aquellos que pese a las necesidades y adversidades nunca dejarán de sonreír. Gracias por compartir Sr. Estevez
María Eugenia Ochoa ha dicho que…
Aleccionador

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