400 UN EXTRAORDINARIA VIDA COMÚN


Soy hombre de rituales, manías y obsesiones. Tres aristas de un mismo triángulo en donde la rutina es importante, y quizás por eso diciembre es como un parque de diversiones para mi. Suspirar diciendo ya se acabó el año con fingida sorpresa, pensar que ahora si estoy cansado, contar los días para las vacaciones, comer la primera hallaca del año y decir ¡Ahora si empezó la navidad!, ver que llega la cuenta de la renovación del seguro médico, dejarme crecer la barba hasta enero, planificar regalos, prometer para el próximo año, jurar que no quiero fiesta y hacerla, darle rienda a la melancolía…Todo es parte de un guión predeterminado que necesito, atesoro y trato de cumplir con disciplina espartana cada año.

Parte de esos rituales es resumir. Me gusta resumir. Para mi no existe diciembre sin mi listado de haberes y deberes, soy un nostálgico empedernido, uno de bolero y ron, y esa lista es savia decembrina.
2015 no me la puso fácil. Año difícil para todos, visto con cualquier prisma que escojamos. En este extraño año pasé momentos horribles. Minutos que se volvieron horas y luego días. Instantes que hubiese querido borrar de mi vida, pero es más fuerte mi necesidad de rutina, así que metódico decidí acometer mi viejo ritual aunque pudiese reabrir heridas.

En tiempos digitales es raro quien no deja huella de sus pasos. Algunos somos mas exhibicionistas que otros, pero todos vamos dejando migajas que permiten redescubrir los pasos andados. En mi caso se trata de la red social Instagram, así que me fui por el camino fácil: me puse a ver todas las fotos que publiqué este año. Otros, imagino, podrán hacerlo desde su muro de Facebook, desde sus tuits, desde los artículos publicados, desde las fotos en el celular y hasta desde el historial de visitas de Google. Migajas, migajas, migajas. Burusitas de días.

Encontré que la primera foto mostraba que la página web Prodavinci me abrió sus puertas virtuales para que fuese uno de los columnistas ¡El 5 de enero publiqué mi primer escrito y todavía se me eriza la piel con solo recordarlo!

Es el año en el que comencé a construir mi primer restaurante. He sido empleado y socio, pero uno en donde los ladrillos sean herencia para mis tres hijos y mi única socia mi esposa, no había llegado a mi vida hasta ahora. No se cuando abriremos, pero vamos viendo ladrillo a ladrillo subir el muro de nuestro castillo familiar.

2015 es el año en el que encajaron los engranajes que desde hace algunos años veníamos aceitando entre muchos, y despegó el gran movimiento de emprendedores gastronómicos en Margarita. No sólo eso: el colectivo cultural Margarita Gastronómica llegó claramente a la madurez, pasando a ser sustentable y sostenible; y vi como por quinto año consecutivo unos de los premios de la Academia Venezolana de Gastronomía recaía en Margarita.

Nació la Fundación Fogones y Banderas, con la que mi esposa y yo becaremos a cocineros y financiaremos investigaciones. Tenemos RIF, proyectos, cuenta bancaría, estatutos, presidenta y una biblioteca convertida en oficina. Lo que no es poco decir.

2015 es el año en que escribí un libro que no es de recetas. El día que sentí el peso de las páginas encuadernadas que imprimimos en un cyber, me puse a llorar. Una editorial me rechazó y otra me recogió.

2015 es el año en que mi voto ayudará a construir y no separar.

Vi despegar la marca Shape Design de joyas de mi hija mayor, mi niña pequeña comenzó la universidad, y a mi hijo menor toda la familia le regaló el pasaje para ir a Europa y fue okupa en un edifico abandonado en Turquía.

2015 es el año en que quise irme del país, y decidí quedarme. Fue duro querer irme y duro querer quedarme, pero al final quemé las naves. Puse hasta el último huevo en la cesta llamada Venezuela y me dispuse a amar hasta el infinito sin plan B. Es el año en que hice nuevos amigos entrañables, y eso es muy raro cuando se tienen 50. Por cierto, es el año en que cumplí 50 años y el cumpleaños fue muy bonito. Hay fotos para cada caso. Migajas de mis dudas y revisiones.

2015 es el año en que Valentina Quintero y yo comenzamos a trabajar juntos y ahora vamos a recorrer este país de punta a punta, contando una Venezuela que se construye y reconstruye. Bautizamos nuestra amistad de treinta años en una poza que forma el Salto Ángel.

2015 es el año en que me bauticé católico y pude escoger a los padrinos. También el año en que conocí a Rafael Cadenas. Hay mucha poesía en ambos casos.

Salió mi app de recetas para celulares y fue un fracaso, pero a mi encanta. Empecé mi colección de rones venezolanos. Me regalaron muchos libros. Di mi primera conferencia en inglés.

2015 es el año en que salí de un periodo largo de sequía creativa y comencé a inventar un montón de platos. También el año en que comencé a esbozar la maqueta de mi próximo libro de cocina. Vi fotos y fotos de mis nuevos platos y salivé. Buen augurio.

Cada una de estas escenas está fotografiada. Un año normal, común, tan parecido como al de cualquier otro. Tan lleno de cumpleaños, transformaciones, hijos que crecen, dudas que asaltan y proyectos.

En mi resumen es cierto que ayudó mucho la red social de fotografías Instagram, porque ella hace de filtro natural. Tan sencillo como que es raro, o al menos inusual, que alguien suba fotos de lo feo o triste que le pasó.

Ya lo dije al principio, 2015 también es un año en que pasé momentos terribles, pero tenía dos opciones a la hora de mi ritual de diciembre: o recordaba esos al hacer el resumen de mi año, o entendía que todos tenemos una vida común, pero sobre todo una vida que es extraordinaria.

Feliz 2015 querido grupo, aprovechemos para recorrer migajas y regresar a ese espacio íntimo en donde amamos y somos amados.

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