INFINITAMENTE ACOMPAÑADO

A la luz de la magnitud de la tragedia que en este momento sufre el país con las inundaciones, producto de lluvias que superan las media de casi medio siglo, estoy perfectamente consciente que la historia que deseo compartir es apenas una anécdota si es comparada con cientos de historias que en este momento encogen el corazón de impotencia. Para nada deseo sonar frívolo y, si he decido exponer una historia evidentemente personal en esta columna gastronómica, es porque con ella logro el contexto para narrar la actitud solidaria del pueblo de La Asuncion. Pueblo que si antes admiraba, ahora le estoy en deuda por su enseñanza.

II
El logro de tener techo propio, cuando se consigue, suele ser el logro de una vida para casi todas las familias. Mi historia no es diferente, y fue hace dos años que la familia pudo tener la certeza de tener techo. Hasta mis 43 años viví alquilado y obviamente no niego que soy de los sortarios que lo logró relativamente rápido.

Paralelo a las cuotas bancarias, fuimos gestando la necesidad de mudarnos de Caracas y fue la Isla de Margarita la que nos seducía; así que, acostumbrados como estamos a no tenerle miedo a la quema de naves, vendimos nuestra casa de Caracas y compramos una en La Asunción, créanme que la casa mas linda del mundo. Para mediados del año 2009 vivíamos las dos niñas, Sylvia y yo en la Calle Larez de la capital Neoespartana. Eramos unos "navegados" tratando de seducir a sus vecinos (todos margariteños), redondeando un proyecto de posada en la Península de Macanao en el que teníamos trabajando un par de años. Por razones que no vienen al caso el proyecto de la posada no cuajó, pero ya para ese momento la Isla nos había seducido de tal manera que plantearnos dejarla no estaba en el horizonte. El año que vivimos en La Asunción, pegados al Cerro Copey, había terminado por ser un tatuaje indeleble.

Como todo cocinero, mi oficio no puede estar desligado de los "negocios", pero al igual que todo cocinero, se trata de sociedades en donde el esfuerzo o el conocimiento es el capital aportado. Quizás lo mas cerca que he estado de ese paradigma llamado "negocio propio" es con la escuela de cocina que Héctor Romero y yo fundamos hace 10 años en Caracas, pero al no ser un local propio es poco lo que nuestros hijos puedan heredar. Debido a ello, siempre (como todo cocinero) he soñado con tener un "local propio"... Es decir, algo que dejarle a mis hijos. El caso es que nuevamente mi familia estuvo dispuesta a quemar las naves y a principios de este año nos mudamos a una casa alquilada. En nuestra casita comenzamos la construcción de nuestro espacio gastronómico para servir comida, dar clases y si es necesario, hasta para que mi hija ponga una tienda. Sencillamente sabemos que como familia tenemos el empuje para sacar adelante el negocio y que éste, con los años, volverá a darnos casa propia. El lunes que pasó nos acostamos Sylvia y yo soñando con cursos de cocina y bodas que pronto llenarían ese espacio.

Cuando el martes me despertaron para decirme que literalmente un río había pasado por el medio de mi casa llevándose portón y tapiando cosas, sentí en el estómago algo que no había conocido: miedo de verdad. Tres horas después estábamos mi esposa, mi hija, su novio, un amigo y yo sentados en medio de un barrial indescriptible que cubría 10 cm de todo. Es una sensación rara. Uno se paraliza y juro que ni siquiera piensa por donde empezar. Y así estábamos cuando de repente empezaron a entrar en silencio no menos de 30 personas de la calle que sin pedir permiso comenzaron a sacar tierra a paladas y a lavarlo todo. Yo no entendía... Todavía no entiendo.

En eso teníamos unas tres horas, cuando mi esposa salió a buscar comida para todos. Las calles estaban intransitables y tardó casi dos horas en regresar, tiempo en el que mis vecinos terminaron. Cuando se iban, les dije "quédense por favor, ya viene comida" y uno me miró sonriendo y dijo "No se preocupe vecino, todavía hay mucha gente que necesita ayuda"... Apenas pude balbucear tímido, casi con vergüenza de ciudad, que en lo que escampara unos días les haría un sancocho. Se fueron cantando.

Cuando finalmente Sylvia llegó con unas pizzas, atardecía y ya no había nadie para alimentar. Nos sentamos finalmente a comer ella, su hija, el novio, mi amigo y yo con las cajas a un lado. Todavía llovía, mi casa no era ni la sombra de lo que había sido, pero tampoco era la sombra espantosa que habíamos visto unas horas atrás.

Ya no será este Diciembre que inauguremos la primera etapa, pero cuando lo hagamos será diferente. Ese día ya no habrá miedo, estaremos infinitamente acompañados. Acompañados de Asuntinos, que no son otra cosa que venezolanos.

Comentarios

Gioegret Pacheco ha dicho que…
Dios mediante sumito...espero poder compartir esos espacios en algun momento. Orgullosa de ser Venezolana, como tu...y como los asuntinos...
Anónimo ha dicho que…
Hermosa anecdota y una gran enseñanza! La verdad es que en el interior del país hay muchisimo más calor humano, bien por ti que zarpaste de esta inhospita ciudad, ánimo que mañana tú y tu familia verán el arcoiris y además con unos vecinos esplendidos, Bendiciones para ti y los tuyos!
Jacqueline Goldberg ha dicho que…
Esa fuerza de ustedes se llevará el agua y traerá sin duda muchas mejores energías para salir adelante. Ya lo han hecho y así será..... Un abrazo.
Anónimo ha dicho que…
Ésta es la cara que los venezolanos debemos mostrar! La cara de la solidaridad y de la unión.
Una brujita ha dicho que…
Q bella la forma de relatar tu historia... te sigo por TW y ese dia "te acompañe" desde tu primera foto hasta el video de los "asuntinos" bailando... acabo de compartirla en mi FB porque asi como se comparten fotos para burlarnos o criticar lo que pasa "Solo en Venezuela", esta ayuda que recibiste estoy segura que pasa en pocos paises y "Solo en Venezuela" y le hice RT simplemente diciendo que mi pais, nuestro pais, es bellisimo. Gracias por recordarnoslo y hacerlo conocer asi internacionalmente.
Anónimo ha dicho que…
Esa es la Venezuela que conozco y de la cual estoy enamorado y orgulloso de ser Venezolano ......
Anónimo ha dicho que…
Leo esta experiencia y se me salen las lágrimas porque aunque en forma distinta también vivi esa experiencia yo vivo también en la asunción, alquilada y navegada! Al igual que tu inundada y también sola, pero con vecinos maravillosos que me hicieron ver que si estamos unídos sin importar de que parte somos, somos venezolanos. Infinitamente agradecida con esta ciudad que me acogió hace ya mas de 7 años y a la cual le debo mucho! Me siento asuntina y margaritena! Dios es inmensamente grande y maravilloso y no nos abandona! A rezar por todas esas personas que no tuvieros la misma suerte que nosotros y perdieron sus viviendas y hasta sus seres queridos! Sumito dios te bendiga y a tu familia! Lo lograremos!
Lenny Tucker ha dicho que…
Maravillosa la gente de mi país.. gente como tú! como esos Vecinos unidos sin importar nada... Sabes q el 1 ero de diciembre iba a Margarita porque pienso radicarme alla y senti miedo por lo que paso! pero ahora al leer tu historia, me siento mas fortalecido y con Dios de la mano para seguir con mis proyectos en la Isla... Seremos vecinos. Dios te bendiga Sumito!
Egeria Bernal M ha dicho que…
Una historia dramática bellamente relatada, tienes madera de escritor ;)

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